viernes, 11 de abril de 2014

¡ES LA GUERRA! (II) Es la paz

Los últimos días de guerra fueron terribles. La arenga del político profanando el hábito penitencial acabó en tumulto, algo de poca monta en comparación con los desórdenes que después siguieron.

Altos mandos religiosos, por miedo a un mundo del que ya no comprenden ni siquiera su amor, por temor a una guerra que se les va de las manos, perdieron la autoridad y los papeles, atajando despiadadamente las declaraciones de un joven pacifista, sirviéndose para ello de la obediencia debida por sus subalternos. Aún se desconocen cifras totales de bajas en las revueltas.

Simultáneamente surgió otra brecha en el frente cuando un destacado miembro del alto estado mayor convirtió su tribuna en picota al servirse, supuestamente, de su jerarquía para obtener ventajas políticas y económicas. Los militares se alzaron, se rebelaron en cadena, incluso los incapaces para ver la viga en el ojo propio. En este ambiente las plazas fuertes sufrían tensiones internas, cualquier discrepancia manifestada en público se reprimía duramente.

            El clima de confusión se extendió por la tropa. Los resentidos lo utilizaron para guerrear por su cuenta, los inseguros encontraron razones para perder su ya de por sí mermada fe. Nuevos enemigos sin vela en el entierro se aprovecharon del desorden moral para dinamitar desde fuera las defensas, echando más leña al fuego, llenos de un odio ancestral, como si no nos bastáramos nosotros para autodestruirnos.

Afortunadamente esta ciudad es cuaresmera y nunca lleva sus guerras más allá de los cuarenta días de rigor, las heridas mal curadas se olvidarán para reabrirse de nuevo con cada primavera.

Hoy Viernes de Dolores se firma el armisticio. Se entierra el cetme de guerra. Es una pena que esta crónica se publique en este glorioso día por voluntad del cronista. No pretende otra cosa que dar carpetazo, pasar página, perdonar (o intentarlo al menos) y partir de cero. Ninguna crónica es fiable, todas son subjetivas, porque sólo se cuenta lo que se encuentra, y sólo se encuentra lo que se busca.

Sí, sólo encontramos lo que buscamos. Si buscamos el bien lo encontraremos, en todos y en todo, por más escondido que esté.

Es Viernes de Dolores, es Viernes de Paz. Se lo debemos.

Gerardo Dottori (1884-1977), Crucifixion, detalle, 1928