viernes, 20 de febrero de 2015

CUARENTA CENTÍMETROS DE SEPARACIÓN


Espíritu de contradicción. Ahora que Os tengo cerca prefiero mantener las distancias. Desde la primera fila me escabullo para pensar desde lejos, rezar desde abajo. Mi aproximación requiere paradójicamente de centímetros de separación, cuarenta estarían bien. Yo aquí y Vosotros allí, que corra por medio el aire bendito. Mantengámonos a una distancia prudencial, que la marquen a Vuestro paso con cinta plástica de color chillón seres alados de uniforme, deslindando una frontera a lo alto que no deberé traspasar hasta el momento de la verdad, previo paso por la aduana, si Vosotros queréis, claro está.

          Preciso de esos centímetros de devoción reverencial, la distancia de los ojos del niño que para encontrarse con los Vuestros tiene que subirse al bordillo, ponerse de puntillas, girar el cuello. Esa forma de mirar que consigue ver al Sepulcro en el interior de Su catafalco cuando no se alcanza a verlo sobre la altura de la fría losa.

          Quiero peanas, preciosos-precisos centímetros de separación que Os distancien de mí y de este mundo. Objetos que Os sirvan de cielo de campaña, de gloria ambulante, para que no tengáis nunca que volver a pisar la tierra de podredumbre noticiable que yo piso y de la que me alimento.

jueves, 12 de febrero de 2015

ESTRENOS


Está la cosa cortita. Como es de todos sabido, los cofrades tenemos en el estreno nuestra razón anual de ser, si algo lo impide de forma reiterada nos sentimos decaídos, como si quedáramos para vestir santos de culto interno a la vista de todos. Van aquí algunas sugerencias que permiten estrenar a lo grande sin gastar un euro, yo creo que incluso ganando (lo que ya es el colmo del gasto):

Se puede estrenar un estandarte nuevo usando el mismo del año pasado, basta un pequeño arreglillo, o arreglazo según se mire: que quien lo lleve forme parte de la hermandad, no un contratado para tal fin, que lo porte con honor, a conciencia. Los guiones lucen así deslumbrantes de orgullo cofrade, ya ni te cuento los simpecados, un autentico lujo de ostentación mariana a coste cero.

No sé a qué tanto problema. Está al alcance de cualquier hermandad estrenar cada año un trono nuevo, el truco consiste en ponérselo por delante a quienes nunca lo han visto, a ser posible de la feligresía, ampliando el recorrido de ida o de vuelta. Reseñar que algunos tronos pueden ensancharse al estrecharlos, esto es, quitándole varales, algún ejemplo de esto podremos ver este año en Málaga allá por el mes de noviembre.

Se puede renovar todo el repertorio iconográfico mediante labores de divulgación. La procesión en la calle será una nueva si todos los participantes son conscientes de lo que tienen, de lo que son, de donde van y de donde vienen. La cultura es el verdadero precio de las cosas, por eso hay que decir siempre lo que las cosas valen, aunque no nos pregunten. Presunción y exhibicionismo cultural a raudales

Por supuesto que es facilísimo estrenar una marcha, basta sacar del cajón alguna de las buenas que permanecen inéditas e interpretarla en un lugar emblemático con gente predispuesta a escuchar, los estrenos nunca se hacen de tapadillo.

Recuerdo también que las cofradías de negro pueden renovar todos los equipos de nazareno del tirón y sin coste alguno suprimiendo la música del cortejo. Que hagan la prueba, las túnicas negras lucirán como nuevas en la calle.  Os quejáis de vicio.

Estrenar un manto bordado tampoco es tan complicado si unos días antes de la procesión se permite que cobije a los devotos, cuantos más mejor. Se pueden hacer un selfie debajo si quieren. Podrá observarse como entre las tirantas que sujetan el nuevo bastidor el paño se va llenando de un diseño de los caros, rico en técnicas de bordado. Los mayores, los enfermos y los niños recién nacidos son unos estupendos bordadores y cobran poco. Todos bajo el manto protector recién estrenado.

Y si lo que queremos son alhajas podemos comprar muchísimas pagando en especie. El trabajo desinteresado en la parroquia y la feligresía, de acuerdo con las capacidades y posibilidades de cada cual, rebosa quilates. El que no haga que deje hacer, que agradezca sin criticar. Dará gusto ver esos pecherines rebosantes de oro y piedras preciosas. Una palabra amable a la gente que anda apuradilla, una llamada telefónica desinteresada, un preguntar “¿cómo te va hermano?”, un decir “sabes que está será siempre tu casa”, cotizan a la alza en los mercados y son además una muy buena inversión. 

No hay cosa más bonita que derrochar, sin cortapisas ni vergüenza, hacer ostentación de lo valioso. Hemos nacido para esto.