Llevo mucho
tiempo meditando, bueno, mucho tiempo en Pascua son tres días, sobre lo
oportuno de que un seudónimo como yo haga balance de la Semana Santa. Ni lo
bueno ni lo malo que dijera tendría valor: lo bueno por presunta parcialidad, lo
malo por la cobardía del anonimato.
Pero de
alguna manera tendrá Puentiferario que concluir un ciclo y empezar otro, si es
que lo empieza. En éstas me vino la iluminación pascual. Un cofrade anónimo
sólo puede hacer conclusiones anónimas.
Diré el pecado pero no el pecador, diré la virtud pero no el virtuoso.
Estas son mis varas de medir la
pasada Semana Santa, los criterios que me han permitido enjuiciar lo bueno y lo
malo, lo que me ha gustado y lo que no:
1) Las mejores hermandades este año han sido aquellas que han
antepuesto a cualquier otra cosa el culto
público a Jesús y María, las que han conseguido que todo gire en torno al
misterio cristiano a representar, las que han dado en todo momento y lugar prueba
de fe. Algunos pensaran: eso lo han hecho todas, pero otros no, otros me
prejuzgarán místico (“autoflagelante” según la nueva y
ofensiva terminología periodísticamente acuñada) a estos últimos les digo que
sus cofradías no me han gustado nada, para mí habéis fracasado chavales. No os
puedo obligar a tener fe, ni muchísimo menos, pero sí a aparentarlo, estáis
obligados a ello por estatutos, tenéis que hacer protestación pública de fe por
quienes sí la tienen y os contemplan y por todos aquellos que pueden ganarla por
vuestra intermediación. No le llamo a esto ser hipócrita sino consecuente con
el deber voluntariamente aceptado de ser cofrade, más hipócrita sería lo
contrario.
2) Maravilloso fue el desfile de las cofradías con buenos cortejos nazarenos. ¡Cómo disfruté del
espectáculo de largas filas de nazarenos hechos y derechos, o de niños y jóvenes
que llevarán su túnica mientras Dios les de fuerzas, con los intervalos vitales
que sean precisos. Grandes son estas cofradías, grandes de verdad. Aquí no
importan los dineros, ni los siglos, ni los figurones. ¡Lástima todas esas antiguas
cofradías tronocentristas! ¡Cuántas generaciones de nazarenos perdidas por
infravalorar su papel, por considerarlos figurantes de segunda, cuerpos de
relleno!
3) Estupendo ha sido el procesionar de las cofradías que han
cuidado los detalles, con esto no me
refiero a las que han tenido “detallazos”.
A los detalles que me refiero son a los que no se improvisan o se imitan. Los
detalles cofrades que me han gustado son los que se sopesan, se cuestionan, se
valoran, se maduran durante todo un año, o muchos más, y se deciden conforme el
espíritu de cada hermandad. A más detalles más mimo, más preocupación, más
cultura, más evolución. Enhorabuena hermandades detallistas ya sabéis que las
demás os critican pero que os acabarán copiando.
4) He pasado grandes momentos viendo andar a los tronos. Valoro sobremanera el andar de la vieja escuela, ese
andar sobre hombros de algodón, suavecito, consciente de que muchos pies
conforman un único cadencioso paso. He de reconocer que, como contraposición, también
he disfrutado de los acompasamientos con la música, pero no de todos, sólo de aquellos
que avanzaban de forma natural a costa de ensayo, esfuerzo y trabajo.
5) Enhorabuena a las
cofradías discretas, sin presidencias, sin gritos, sin protagonismos, contenidas
en lo individual pero ostentosamente orgullosas del grupo que conforman. Esa
humildad explota en la calle en una grandeza inabarcable.
Los miembros de las bandas sí
deben ir a cara descubierta porque no hay abnegación, ni esfuerzo cofrade mayor
que el suyo. Gracias músicos por los buenos ratos que me habéis hecho pasar,
excepto a los de la Banda Municipal.
Sí, rompo aquí el voto del anonimato de mi crónica pues no se dignan a acompañar
al Señor malagueño muerto desde y hasta su Sepulcro, aún a sabiendas que ha de
resucitar en la ciudad que les paga el sueldo. Espero que empleen ese rato en
cosas provechosas.
6) ¡Qué disfrute viendo cofradías con buen gusto! Éste es el apartado más peliagudo, pues esto del buen gusto
trae tela, y para gustos los colores de algunas. En las procesiones no basta la
buena voluntad y el amor a los titulares, estos dos factores pueden dar lugar a
horrendas puestas en escena. Por favor, hermandades que intuís que no tenéis
buen gusto, daos por aludidas sin que os lo diga, comprended que no es fácil
decir que la Virgen
va de juzgado de guardia, que ese trono no hay por donde cogerlo, que el palio
no es digno de salir en la capital. Demostrad que queréis a vuestros titulares,
dejaos asesorar. Otra cosa no sé pero siempre habrá un cofrade preparado que os
eche una mano. Algunas cosas no cuestan dinero y para las que cuestan tenéis
todo el tiempo del mundo. A los cofrades nos gusta la ilusión de la espera más
que las equivocaciones de la precipitación.