viernes, 27 de julio de 2018

Sr. DE LA TORRE


            Sr. de la Torre:

            Me dirijo a usted por lo de La Mundial, lo que prácticamente es lo mismo que estar hablando solo, y ello pese a haberme repetido una y otra vez que cada publicación sobre el tema sería la última.

            Se preguntará usted a qué viene tanta insistencia, con la de problemas serios que tenemos en Málaga, e incluso idénticos pero mucho más altos y en el puerto. La verdad, no sabría explicarle, un buen día elegí La Mundial como “mi problema”, como mi parte por el todo de Málaga, y asumí con ello la responsabilidad de proteger este inmueble histórico, igual que usted optó por hacer todo lo posible para demolerlo.

            Consideré que la pensión podía ser un mascarón de proa que marcara por la red el rumbo a una nueva mentalidad ciudadana, una especie de bandera tridimensional con líneas identitarias que ondeara vía hashtag para querer a Málaga, un símbolo contestatario que marcara un antes y un después del urbanismo del pelotazo en el centro, como un reverso luminoso de ese Málaga Palacio contra el que no pudimos combatir, daríamos un golpe en la mesa que impusiera un poco de orden y de paso esa normativa que protegía al centro histórico de estos desmanes.

            Yo ya me imagino por donde irán los tiros de su autodefensa, reducirá la polémica a una cuestión política, ideal para camelar a los de su cuerda, a las partes interesadas en el negocio y a toda esa gente que no sitúa a La Mundial en el callejero pero que se fía de usted, como también yo me fiaba. Para alguien como yo, celoso de su intimidad, decirle en público que lo he votado, romper aquí ese secreto, implica rebajarme hasta lo indecible pero la ocasión lo merece, no me queda otra, de alguna forma tengo que hacerle ver que yo no hablo de ideología, hablo de cómo quiero que sea mi ciudad, que por cierto no será nunca su herencia.

            He visto como se enredaba día a día en su tela de araña tratando de gestionar este problema, como su cabezonería iba dando al traste con cada una de las posibilidades que surgían para dar marcha atrás y poder solucionarlo, que se resumen en una: hacer cumplir la ley sin retorcerla, pero su terco paternalismo lo ha impedido.

            No me venga con gaitas culturales porque esto se lo dice uno que de adolescente se quedó eclipsado ante ese templo laico que es el Museo Romano de Mérida y que tiene enmarcada en la pared de su casa una foto del Kursaal. Un antiguo votante de usted y encima un admirador de Moneo, esto no se lo esperaba.

            Acabo ya recordándole que el Pasillo de Atocha, calle que machaconamente recorro siempre que puedo para usucapirla antes de que me la arrebate, es tan mía como suya, y que yo no le autorizo a que venda lo que me pertenece. Además un consejo, por más hoteles que le construya, recuerde que no llegará turismo de calidad si una ciudad culta no lo recibe, la cultura no se solapa por ordeno y mando, la cultura se acumula y se comparte.

            Por todo lo anterior habrá llegado usted a la conclusión de que con mi implicación he creado un vínculo con el edificio y que si La Mundial es derribada me lo tomaré como algo personal, consideraré que usted ha actuado deliberadamente en mi contra y en contra de los que piensan como yo. Como buen profesional de ganar elecciones sabrá usted que son las emociones las que encumbran o derrotan a los políticos, sean buenos o malos, que por eso los josés bonapartes acaban siendo pepes botellas. Tal vez usted este edificando sobre el Pasillo de Atocha un gran monumento a su soberbia con el que será recordado para los restos, será su Valle de los Edificios Caídos del arquitecto Moneo.

sábado, 14 de julio de 2018

¡AL ARTE CON ELLA!


Os informo de que esa imagen de la capilla del puente ante la que desnudo mi alma fue antes un trozo de madera, algún leño sucio por el que subían hormigas y sobre el que cagaban los pájaros. Ese icono ante el que me ruborizo cuando me acerco a su altar de cultos fue realizado por un tío murciano que hace un par de años ni siquiera conocía, probablemente entre golpe y golpe de gubia se tocaba las pelotas o se hacía píldoras con unas uñas negras, y eso en el caso de que fuera buena persona porque tal vez era un miserable que se aprovechaba del esfuerzo de sus aprendices con más genio y menos fama que él en su gremio. Si desnudamos a mi Virgen hasta la resonancia magnética tal vez encontraremos tornillos que canalicen su energía, como los del monstruo de Frankenstein de la Universal… y así podría seguir un buen rato provocando vuestra indignación, recreándome en cuestiones que os molestaran y que incluso me ofendieran a mí mismo.

            Yo también he sido niño cofrade y pensado como un niño pero hay que madurar y hacerse hombre para pensar como un hombre (los que quieran quedarse en lo anecdótico de esta frase de inspiración bíblica tienen una gran ocasión para criticar mi grave infracción del lenguaje inclusivo, yo sigo con lo mío que no tengo tiempo para gilipolleces) Hasta para alguien como yo, que valora la inocencia como el mayor de lo dones y quebrantarla como el mayor de los crímenes, llega un momento en el que toca hacer frente a la realidad de este mundo/mundillo cofrade, aceptar que la labor del buen cofrade es convertir en altares celestiales cuerpos de andamio manchados de cemento, enmarcar con doseles de terciopelo simples instrumentos, símbolos de los sagrado, de la Verdad, representaciones del sentimiento religioso con las que un buen día alguien tocó nuestra fibra-alma modelando sucio barro con santo trabajo e inspiración.

            Doy las gracias a todas aquellas hermandades que no me tratan como un niño y me exponen, puntualmente y con la mayor dignidad, sus imágenes de culto antes mis ojos como simples objetos artísticos para que pueda analizarlos críticamente en su contexto histórico y artístico, estas hermandades proclaman sin saberlo una oración muda: que los verdaderos Jesús y María están en el cielo y que sus devotas representaciones son solo su lenguaje, permitiendo así elevar el listón para poder erradicar toda esa mediocridad imaginera que llena nuestros templos a bajo precio y peor gusto, y de paso llamar a las conciencias de tantos culturetas que un buen día cerraron las puertas de su mente a la oración en las iglesias pero aún buscan Algo en el museo. He visto más recogimiento y oración en alguna exposición que en muchos besamanos, reconozco que me gustan más las neuronas que las babas.

            Negar a las imágenes religiosas su cualidad de obras de arte implica dejarlas indefensas, quitarles su condición de suprema expresión humana (e incluso divina porque pocas cosas hacen más presente a la Trascendencia en este mundo que la expresión artística), ponerlas a merced del monopolio de la interpretación única de su fin religioso, lo que sirvió de excusa a su destrucción durante tantas furias iconoclastas, y cerrar la posibilidad a su libre interpretación por ojos limpios, libres de prejuicios, los cofrade no somos otra cosa que prejuicios con patas. Reconozco que tener a mi Virgen en la calle a la vista de todos me ha imprimido carácter.

            Tal vez habrá quien piense que mi Virgen, o la suya, no es obra humana, que fueron los ángeles quienes batiendo sus alas multicolores despejaron la astillas de la madera hasta la irrupción de su nacarada efigie, yo prefiero dignificar a los imagineros como artistas, como mano de obra de Dios en la Tierra y valorar sus obras por su calidad, sentir que el alma humana puede hablar con Dios creando instrumentos para ello. No me importa que traten al Verdadero Icono de la Dolorosa del Puente como una obra de arte en un museo porque lo es, lo que me importa es que La confundan con un ídolo, con un becerro de oro pastando sobre su trono porque ni lo es ni debe serlo. El cristal de Su camarín no es transparente, es en realidad un espejo que refleja muchos otros, es el periscopio de un submarino terrenal que asoma hasta la intimidad del tocador de un dormitorio de una casa de oro sita en el mismísimo centro del Paraíso.

            Bastante trabajito cuesta a veces creer en Dios y en su Santa Madre para caer encima en la idolatría, así que paso a la Virgen de los Dolores, la del cielo.


(Fig. 1. Explicación científica de la capilla del Puente de los Alemanes de Málaga)