sábado, 29 de septiembre de 2018

ESTÁ CLAVADA UNA CRUZ EN EL VALLE DEL OLVIDO


            Con la letra alfa del alfabeto griego se grita por aquí el dolor jondo, se dibuja el ojo de una jábega y hasta un pez, ese pez con el que los primeros cristianos representaban a Dios, un símbolo de infinito apenas nos esmeremos un poco en redondear su cola de pescado blanco purísimo.

            Las líneas rectas perpendiculares sobre la casilla de un examen tipo test que decide un futuro prometedor pueden marcar con odio la foto de un ejecutado, conformar las aspas de un molino de viento que algún caballero andante convirtió en gigante, plantear la incógnita de una ecuación por resolver, componer el ordinal romano del número diez o clasificar una película como pornográfica. Son como travesaños de un puente de hierro sobre un río seco, como el avatar de un bloguero o como la mismísima cruz de Cristo. Con las mismas dos líneas rectas que se cruzan unos torturan y otros glorifican. Una misma palabra para leer muerte o vida eterna, a voluntad, la cruz teñida de rojo que marca un hospital de campaña fue una espada medieval manchada con la sangre del contrincante.

            Porque desgraciadamente en esta Torre de Babel no compartimos el mismo idioma, ni empleamos los signos por igual. Como las letras, los símbolos no son nada o pueden serlo todo según se quiera, según se elija o se retuerza su significado. Es el hombre, la sociedad que construye, quien otorga sentido a cada signo en cada tiempo, como puso nombre a los animales que dio muerte hasta su extinción.

            La cruz del Valle de los Caídos, sin moverse ni un ápice, puede dejar de glorificar al dictador golpista que la encargó y ensalzar a todos los inocentes que la arrastraron por la calle de la Amargura de la sierra madrileña, basta querer aprender el idioma, contemplar esa cruz de piedra sin ojos inyectados en sangre seca y no leer su mensaje por la cartilla de quienes la erigieron.

            Mi Cristo no cargó sobre sus hombros un símbolo falangista, aunque fuera algo parecido el madero humillante de un pueblo invasor. Mi Cristo no fue clavado a un monumento franquista aunque lo elevaran para propaganda y aleccionamiento en la cima del Gólgota, el monte de las calaveras de las víctimas de un imperio por conquista, quien así lo lea no me sirve de intérprete ni habla el lenguaje que quiero aprender. Ya estoy aburrido del balbuceo primario del rencor, ya estoy harto de lenguajes impuestos por las emociones de bandos sordomudos. Hay un idioma que apenas hablamos pero que solo aprenderlo daría sentido a la vida. No podemos hablar si rompemos las palabras.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

WARHOL


Fiel a mi estilo, como siempre a última hora, acudí al Museo Picasso a ver la recién concluida exposición temporal de Andy Warhol, El Arte Mecánico. Recorriendo las salas del Palacio de Buenavista no pude dejar de ejercer de alguien tan cofrade que no lo parece. A cada obra surgía un guiño, una señal de alerta que me avisaba de lo pop art que puede llegar a ser, y que de hecho lo es, el aparato cofrade.

            El artista americano descubrió al mundo el valor artístico de lo seriado, de lo publicitario, de lo industrial, de lo comercial, de lo cotidiano, otorgando rango artístico a simples objetos de consumo al alcance de todos, enfrentándonos así a la realidad de nuestro tiempo y sublimando nuestra condición de consumidores.

            Tal vez lo cofrade haya recorrido un camino similar pero sin un Warhol que lo reivindique (la mayoría de acercamientos plásticos son siempre desde el kitsch o el mal gusto). Todos los objetos empleados en el simulacro cofrade, o implicados en su difusión, tienen colgado el sambenito de ser obras de artes aplicadas, o la aún mas humillante denominación de obras de arte menor, sencillamente por servir a una función: la religiosa, cultual, decorativa o suntuaria.

            Pero lo más llamativo de esto que comento es la analogía que observé entre muchos de los hitos plásticos warholianos y los concretos episodios de nuestras artes cofrades, desconozco si debido al peso en Warhol de unas creencias familiares, algo bastante probable, o a una fina perspicacia que le hizo detenerse en todo aquello que es popular en cualquier sociedad, incluida la nuestra, queridos cofrades.

            Tal vez me sirvan para explicarme mejor algunos ejemplos. Me centraré en mi hermandad, que para eso es la más pop en mi corazón, y así evitar suspicacias en aquellos de otras cofradías que puedan sentirse ofendidos por gustar más de restar que de sumar mensaje y fuerza simbólica a las imágenes, allá ellos.



            Me llamó la atención el empleo selectivo del oro y la plata en ciertas obras, llamémoslas icónicas, como Marilyn, en un tondo dorado, o Elvis impreso en plata. Detrás de esos tonos podían verse monedas o billetes pero también algo ajeno al lujo o a la ostentación que simplemente se compra con dinero, se intuía un sentido casi devocional.



            A algunos les cuesta asimilar que una simple lata de sopa pueda llegar a estar expuesta en un museo, y más que pueda ser emblema de todo un movimiento cultural, pero tal vez no tanto que este incensario haya acabado siendo protagonista de un cartel oficial de Semana Santa, el del año 1996, precisamente por su carácter representativo de toda la Iglesia de Málaga, ahí es nada para un trozo de latón.



            Jackie Kennedy enlutada en el entierro de su marido tras su magnicidio. Una señora que sufre reconvertida en icono pop, en imagen de calendario, algo racional y estéticamente incomprensible… ¿o tal vez no tanto? La propia Jackie cuenta con reproducciones de otros periodos menos dolorosos, digamos más de gloria, pero no tantos ni tan exitosos como Marilyn, ataviada con infinitos colores para cada tiempo alitúrgico.



             Otra serie, una simples flores repetidas hasta la saciedad en una infinita gama de tonalidades ¿Quién podría prestar importancia a algo así? Nosotros.


            Los cuchillos, utensilios de cocina, en las antípodas de todos los pop stars que Warhol retrató por gusto o por dinero. Ahí están, clavados con las mismas chinchetas y a los mismos muros. Algo me dice que el arte pop y el cofrade se sirven de jeroglíficos parecidos para comunicar.



            La enigmática serie de Mao, innumerables monalisos orientales que sonríen como un actor de cine ocultando la chepa de sus crímenes políticos a la espalda. Esta tergiversación de personalidades malas y buenas no me es desconocida, impresentables personajes secundarios que deberían inspirar terror acaban remodelados por la cercanía en imágenes de camiseta. El Pilatos de San Benito, robando plano y hasta el nombre al mismo Dios enjuiciado, es todo un ejemplo.



            La silla eléctrica, una máquina de matar manipulada e impresa en serie por Warhol hasta idealizarse como si fuera un juguete o un inocente mueble de IKEA no está muy lejos de nuestra reconversión plástica de la cruz, cuya belleza queda muy lejos de aquella sangrienta silla con la que los romanos torturaron y ejecutaron nuestra redención. Los  símbolos de dólar warholiano a todo color son trasunto de los S.P.Q.R. bordados en oro que ahora exhibimos orgullos.

jueves, 6 de septiembre de 2018

TRIDUO AL SAGRADO CORAZÓN DE UN PUEBLO DE LA AXARQUÍA (o pies de foto a tres fotografías no hechas)


Mediodía de tres días consecutivos. Fachada de ermita blanca en la plaza del pueblo, fin de trayecto de caminata para legitimar después las cervezas y más cosas que engordan.

DÍA UNO.
Puerta entreabierta, un Sagrado Corazón de escayola asoma desde el interior del templo a un metro escaso, en el suelo, sobre unas andas sin patas, mirando a la calle, mirándome a mí, con sus brazos abiertos como de portero de discoteca vacía con ganas de abrazar. Sorpresa absoluta. Ajustada la retina a la oscuridad de la nave observo una velilla encendida y después a su izquierda un sagrario antes oculto. ¿Será posible que este Bicho más Feo que un demonio de tamaño académico pintado a pistola, con el corazón por fuera, sirva de algo, que me abra una puerta, que me muestre otra por abrir?

DÍA DOS.
Ermita abierta de par en par, cuatro septuagenarios de ambos sexos barren y friegan la iglesia. Mi Sagrado Corazón de escayola de colores chillones acaba de ser subido a su hornacina, a su izquierda, de pie sobre un banco, un abuelete hace burla imitando la pose de portero con brazos abiertos de aquel Corazón a Jesús pegado, justo como si el mal ladrón tuviera ganas de guasa, libertad de movimientos en el Calvario y bastante barriga. En frente, una beata vieja entre risas inmortaliza la escena con su móvil. Tal vez cualquier generación pasada no fue mejor. Tal vez sea la luna llena del teléfono la que nos transforme a todos en lobos hambrientos de protagonismo para el hombre.

DÍA TRES.
Ermita cerrada a deslumbrante cal y canto. A falta de rayos X para ver cómo está a mi Santo de escayola me concentro en la esfera del reloj de la miniespadaña. Ante ella suelto lastre de alguna oración pesada. Me fijo en un dato inquietante: además de las inevitables horas y agujas que las marcan aparece el nombre del pueblo y un mes, que es lo mismo que nada, el nombre del pueblo por ser obvio, no es una iglesia ambulante, y el dato del mes por no venir acompañado del día y el año. Un mes sin fecha… como un aviso de lo que inevitablemente está por llegar, casillas en blanco de una lápida por completar. 

FUNCIÓN PRINCIPAL
Siempre se me olvida la función principal, otro domingo veraniego de preceptos incumplidos. En mi fin de trayecto deportivo se celebra misa mayor. Del Sagrado Corazón ya ni me acuerdo, por feo. Juro que lo primero que escucho desde el silencio de la calle es la invitación del cura a rezar la Superoración, y yo, sudando como un pollo, rezo el Padrenuestro ¡vaya si lo rezo! acepto su puntual absolución de escayola, su eterna invitación con consumición allá donde dos o más se reúnan en Su nombre.

viernes, 27 de julio de 2018

Sr. DE LA TORRE


            Sr. de la Torre:

            Me dirijo a usted por lo de La Mundial, lo que prácticamente es lo mismo que estar hablando solo, y ello pese a haberme repetido una y otra vez que cada publicación sobre el tema sería la última.

            Se preguntará usted a qué viene tanta insistencia, con la de problemas serios que tenemos en Málaga, e incluso idénticos pero mucho más altos y en el puerto. La verdad, no sabría explicarle, un buen día elegí La Mundial como “mi problema”, como mi parte por el todo de Málaga, y asumí con ello la responsabilidad de proteger este inmueble histórico, igual que usted optó por hacer todo lo posible para demolerlo.

            Consideré que la pensión podía ser un mascarón de proa que marcara por la red el rumbo a una nueva mentalidad ciudadana, una especie de bandera tridimensional con líneas identitarias que ondeara vía hashtag para querer a Málaga, un símbolo contestatario que marcara un antes y un después del urbanismo del pelotazo en el centro, como un reverso luminoso de ese Málaga Palacio contra el que no pudimos combatir, daríamos un golpe en la mesa que impusiera un poco de orden y de paso esa normativa que protegía al centro histórico de estos desmanes.

            Yo ya me imagino por donde irán los tiros de su autodefensa, reducirá la polémica a una cuestión política, ideal para camelar a los de su cuerda, a las partes interesadas en el negocio y a toda esa gente que no sitúa a La Mundial en el callejero pero que se fía de usted, como también yo me fiaba. Para alguien como yo, celoso de su intimidad, decirle en público que lo he votado, romper aquí ese secreto, implica rebajarme hasta lo indecible pero la ocasión lo merece, no me queda otra, de alguna forma tengo que hacerle ver que yo no hablo de ideología, hablo de cómo quiero que sea mi ciudad, que por cierto no será nunca su herencia.

            He visto como se enredaba día a día en su tela de araña tratando de gestionar este problema, como su cabezonería iba dando al traste con cada una de las posibilidades que surgían para dar marcha atrás y poder solucionarlo, que se resumen en una: hacer cumplir la ley sin retorcerla, pero su terco paternalismo lo ha impedido.

            No me venga con gaitas culturales porque esto se lo dice uno que de adolescente se quedó eclipsado ante ese templo laico que es el Museo Romano de Mérida y que tiene enmarcada en la pared de su casa una foto del Kursaal. Un antiguo votante de usted y encima un admirador de Moneo, esto no se lo esperaba.

            Acabo ya recordándole que el Pasillo de Atocha, calle que machaconamente recorro siempre que puedo para usucapirla antes de que me la arrebate, es tan mía como suya, y que yo no le autorizo a que venda lo que me pertenece. Además un consejo, por más hoteles que le construya, recuerde que no llegará turismo de calidad si una ciudad culta no lo recibe, la cultura no se solapa por ordeno y mando, la cultura se acumula y se comparte.

            Por todo lo anterior habrá llegado usted a la conclusión de que con mi implicación he creado un vínculo con el edificio y que si La Mundial es derribada me lo tomaré como algo personal, consideraré que usted ha actuado deliberadamente en mi contra y en contra de los que piensan como yo. Como buen profesional de ganar elecciones sabrá usted que son las emociones las que encumbran o derrotan a los políticos, sean buenos o malos, que por eso los josés bonapartes acaban siendo pepes botellas. Tal vez usted este edificando sobre el Pasillo de Atocha un gran monumento a su soberbia con el que será recordado para los restos, será su Valle de los Edificios Caídos del arquitecto Moneo.

sábado, 14 de julio de 2018

¡AL ARTE CON ELLA!


Os informo de que esa imagen de la capilla del puente ante la que desnudo mi alma fue antes un trozo de madera, algún leño sucio por el que subían hormigas y sobre el que cagaban los pájaros. Ese icono ante el que me ruborizo cuando me acerco a su altar de cultos fue realizado por un tío murciano que hace un par de años ni siquiera conocía, probablemente entre golpe y golpe de gubia se tocaba las pelotas o se hacía píldoras con unas uñas negras, y eso en el caso de que fuera buena persona porque tal vez era un miserable que se aprovechaba del esfuerzo de sus aprendices con más genio y menos fama que él en su gremio. Si desnudamos a mi Virgen hasta la resonancia magnética tal vez encontraremos tornillos que canalicen su energía, como los del monstruo de Frankenstein de la Universal… y así podría seguir un buen rato provocando vuestra indignación, recreándome en cuestiones que os molestaran y que incluso me ofendieran a mí mismo.

            Yo también he sido niño cofrade y pensado como un niño pero hay que madurar y hacerse hombre para pensar como un hombre (los que quieran quedarse en lo anecdótico de esta frase de inspiración bíblica tienen una gran ocasión para criticar mi grave infracción del lenguaje inclusivo, yo sigo con lo mío que no tengo tiempo para gilipolleces) Hasta para alguien como yo, que valora la inocencia como el mayor de lo dones y quebrantarla como el mayor de los crímenes, llega un momento en el que toca hacer frente a la realidad de este mundo/mundillo cofrade, aceptar que la labor del buen cofrade es convertir en altares celestiales cuerpos de andamio manchados de cemento, enmarcar con doseles de terciopelo simples instrumentos, símbolos de los sagrado, de la Verdad, representaciones del sentimiento religioso con las que un buen día alguien tocó nuestra fibra-alma modelando sucio barro con santo trabajo e inspiración.

            Doy las gracias a todas aquellas hermandades que no me tratan como un niño y me exponen, puntualmente y con la mayor dignidad, sus imágenes de culto antes mis ojos como simples objetos artísticos para que pueda analizarlos críticamente en su contexto histórico y artístico, estas hermandades proclaman sin saberlo una oración muda: que los verdaderos Jesús y María están en el cielo y que sus devotas representaciones son solo su lenguaje, permitiendo así elevar el listón para poder erradicar toda esa mediocridad imaginera que llena nuestros templos a bajo precio y peor gusto, y de paso llamar a las conciencias de tantos culturetas que un buen día cerraron las puertas de su mente a la oración en las iglesias pero aún buscan Algo en el museo. He visto más recogimiento y oración en alguna exposición que en muchos besamanos, reconozco que me gustan más las neuronas que las babas.

            Negar a las imágenes religiosas su cualidad de obras de arte implica dejarlas indefensas, quitarles su condición de suprema expresión humana (e incluso divina porque pocas cosas hacen más presente a la Trascendencia en este mundo que la expresión artística), ponerlas a merced del monopolio de la interpretación única de su fin religioso, lo que sirvió de excusa a su destrucción durante tantas furias iconoclastas, y cerrar la posibilidad a su libre interpretación por ojos limpios, libres de prejuicios, los cofrade no somos otra cosa que prejuicios con patas. Reconozco que tener a mi Virgen en la calle a la vista de todos me ha imprimido carácter.

            Tal vez habrá quien piense que mi Virgen, o la suya, no es obra humana, que fueron los ángeles quienes batiendo sus alas multicolores despejaron la astillas de la madera hasta la irrupción de su nacarada efigie, yo prefiero dignificar a los imagineros como artistas, como mano de obra de Dios en la Tierra y valorar sus obras por su calidad, sentir que el alma humana puede hablar con Dios creando instrumentos para ello. No me importa que traten al Verdadero Icono de la Dolorosa del Puente como una obra de arte en un museo porque lo es, lo que me importa es que La confundan con un ídolo, con un becerro de oro pastando sobre su trono porque ni lo es ni debe serlo. El cristal de Su camarín no es transparente, es en realidad un espejo que refleja muchos otros, es el periscopio de un submarino terrenal que asoma hasta la intimidad del tocador de un dormitorio de una casa de oro sita en el mismísimo centro del Paraíso.

            Bastante trabajito cuesta a veces creer en Dios y en su Santa Madre para caer encima en la idolatría, así que paso a la Virgen de los Dolores, la del cielo.


(Fig. 1. Explicación científica de la capilla del Puente de los Alemanes de Málaga)

martes, 5 de junio de 2018

EGOÍSMO


            Egoísmo. Si cualquier propuesta de la procesión magna estuvo mal planteada o pudo estar mal resuelta me dio absolutamente igual porque se adecuó, o la adecué egoístamente, a mis propios intereses. Mi cabeza, mi corazón y mis pies me condujeron hasta una Victoria totémica bajo templete rojo sujeto por patas invisibles, rematando lo que un día fuera dosel de una sola cara a la galería.

            Egoísmo de querer a la Mía como la quise, de que cada cual quisiera a la Suya como la quiso, porque es la Misma y sin la Misma no habría ninguna. Egoísmo de no importarme lo que otros vieran o quisieran ver, lo que buscaran o encontraran si no anduvieron mis pasos por aquel camino de baldosas resbaladizas.

            Egoísmo de hacerme con todos los huecos que quedaron libres en calle Císter para que no se desperdiciara ni un inédito rayo de sol sobre Su cara, ni una mancha de colorete en Su blancura sin filtro, ni una chispa desprendida por Su corazón de oro, ni un tono de la aristocrática extravagancia de Sus flores, miniplanetas Tierra vistos desde el espacio, con su puntito de atardecer cortesía de las jacarandas de Cortina del Muelle.

            Egoísmo de servirme de mis hermanos que trabajaron tan duro para que todo saliera tan bien sin que ningún estatuto les obligara a ello, de servirme de todos los que se esforzaron para mi exclusivo disfrute escondidos tras aquellas puertas mágicas de la catedral que parecieron abrirse y cerrarse solas, telón de principio y fin.

            Egoísmo por disfrutar de lo mío, egoísmo por disfrutar de lo vuestro, egoísmo por disfrutar de la compañía de todo aquel que quiso voluntariamente venir a ser feliz conmigo. Egoísmo por la fortuna de no tener que compartir ni una sola pizca de mi alegría con los que prefirieron ver la Champions.

            Egoísmo magno de pensar libremente, de interpretar como quise, de ver lo que quise ver en cada momento, de convertirme e incluso de convertir el momento cumbre en un ejercicio de humildad, siendo testigo de cómo la Esperanza se fundía en el negro de su casa hermandad, replegándose reverencialmente para no robar protagonismo a los Dolores de vuelta, cediendo el testigo de su corona en aquella carrera de relevos en la que solo podía haber una Reina.

            Egoísmo de no sentir que estuviera solo porque otros sentían lo mismo que yo o podrían sentirlo si quisieran, que por ello formaba parte de una comunidad abierta al egoísmo del mundo. Egoísmo colectivo, diocesano y universal. Egoísmo de no ceder, ni prestar, ni regalar mi pedacito de manto victoriano remendado de sol, luna y estrellas, que cada cual tuvo el suyo pues ese mismo manto nos cubrió a todos.


Cristiano Ronaldo concentrado en lo importante. Foto P. Galiano.

jueves, 17 de mayo de 2018

LA GALA MET


Uno de los muchos puentes que mi línea editorial tiene abiertos al público desde el principio es el que comunica la orilla de la estética cofrade con la del ideario pop de los tiempos que corren. Entre una orilla y otra existe un trasvase continuo de información visual. Es un puente pequeñito porque la religiosidad popular y la cultura pop no se encuentran muy alejadas, como su propio nombre indica. Este blog y la cuenta de Twitter están llenos de ejemplos de su fusión consciente o inconsciente.

              En algún tuit ya anticipé que el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York anunciaba la exposición “Cuerpos Celestiales: moda y la imaginación católica”, un repaso a lo católico como inspiración de la alta costura, aunque la relectura sociológica debe ser más que evidente. Como anticipo se celebra anualmente la Gala Met, una fiesta privada que recauda fondos para el Met´s Costume Institute y para la que se configura un protocolo estético acorde con la exposición. Los que me leéis ya estáis más o menos al tanto de lo que esto dio lugar: los invitados acudieron al evento llenos de cruces, casullas, capas pluviales, mantos de terciopelo bordados, hábitos monacales, diademas, coronas de espinas, velos, rosarios… Tengo entendido que algunos destacados miembros del clero también se prestaron a acudir, a algunos les extraña, a mí no.

              He de informaros que el traficazo mediático por lo que yo llamo puente intercultural y otros crossover, una auténtica sobredosis de parafernalia cultual, provocó en mí casi un coma estético, tanto es así que me dieron ganas de hacer el puente levadizo para levantarlo por sorpresa y que se cayeran todos los invitados al foso, a lo Moisés con los egipcios en el Mar Rojo pero con cocodrilos.

              Ver a aquellos deslumbrantes seres (tradúzcase por vanidosos sacos de carne que se habrá de comer la tierra) ascendiendo por la escalera hacia su asiento de 30.000 dólares, tan benéfico que seguro ni pagaron porque les fue costeado por las casas de moda a las que sirvieron de perchas, me puso de cierta mala leche.

              Podía haberme quedado con lo bueno, con que el éxito de la gala en todo el mundo demuestra que los cofrades, como parte de la Iglesia, custodiamos un tesoro visual fascinante pero me quedé con lo malo, con que nos puso frente al espejo de nuestra realidad más deformada. La gala fue un reflejo de lo cofrade sin alma, una simple mascarada, una fiesta hortera y decadente, un destello fugaz de un par de horas y hasta la próxima (a la que los mismos tal vez acudan vestidos de papel higiénico para reivindicar las virtudes del reciclaje), porque en realidad es esta hoguera de vanidades la que mueve el mundo y los eventos culturales se inventan solo para servirles de excusa, y si son benéficos pues mucho mejor.

              Pensad en eso, en la religión como pretexto, en que mi Virgen en lugar de ver traspasada su alma por siete dolores luzca en su pecho solo un broche como el de Lana del Rey, en que ese disparo de flash convierta la oración del besamanos en postureo de alfombra roja, en que una mención a destiempo del vestidor escriba el piropo “Guapa” en minúscula, en que una cofradía se trasforme en marca registrada cambiando tiempos litúrgicos por fotito en redes con atavío de temporada. De la estampita al selfie hay solo una inoportuna cabeza de más.

              Nuestro lado más oscuro es en realidad resplandeciente, esta lleno de vivos colores que con cantos de sirena nos llama a hacer el ridículo como Sarah Jessica Parker con su baldaquino en la cabeza, es un loro chillón que repite palabras en un lenguaje que no comprende y que lanza pétalos como confeti.

              Porque el hábito no hace al monje, ni el velo a la virgen, ni el halo al santo, ni la corona a la reina, todos los suplantadores quedan castigados sin foto en este post y escribirán 70 veces siete que no tomarán la imagen de Dios en vano.

lunes, 30 de abril de 2018

AUTOS LOCOS



    El obispo ondea enérgicamente la bandera a cuadros. Los motores de los tronos empiezan a sonar a mayor gloria de su Reina y Patrona Santa María de la Victoria que ya ocupa pódium, trono y palco de autoridad, como siempre ha hecho desde el promontorio de su colina al final del Compás, cinco siglos a medio camino del Monte Calvario que para eso es Corredentora. Empieza esta carrera de autos locos, porque hay que estarlo para emplear tiempo y esfuerzo, vida en resumen, en una competición en la que el concepto ganador es tan difuso que se confunde con el de perdedor.

          Irrumpe un gran bólido dorado con palio aerodinámico quemando suela de bota militar. Se escucha la risa nerviosa de Patán, el can de Dios que porta en su boca una bujía como antorcha. El tubo de escape escupe aleluyas de estela blanca con el lema “bienaventurada la Victoria que se quedó Sola porque no volverá a estarlo nunca”.

          Le sigue los pasos pisando rueda de carrete la Victoria del Puente, debilidad de este comentarista, siempre en la casilla que tiene que estar, siempre donde se la busca y se la encuentra, compitiendo por ser la última y poder así auparse sobre su triunfo la primera (verdaderamente confuso este reglamento competitivo). Simeón el profeta le repone combustible en boxes.

          Con vehículo apto para cualquier medio (tierra, mar y aire) ya adelanta posiciones para la Victoria final la escudería marrón de la Estrella de los Mares, su novedoso utilitario es digno de una Reina de los Cielos.

          Entre tintineos avanza rauda la Victoria de la Mañana en mágica carroza de cristal adquirida por San Joaquín y Santa Ana en el concesionario de la puerta dorada, los rayos del sol atraviesan los parabrisas sin dejar mácula.

          Como si no fuera ya bastante misterio que en todos los autos viaje la Misma, más lo es aún en éste coche en el que Una son tres, Piloto, Copiloto y Pasajero volandero, todos en asientos intercambiables, todos con un mismo espíritu ganador.

          Desde lejos se ven los destellos de luz roja de la sirena alertando de la presencia de bandoleros, la alarma avisa que se acerca la Victoria zamarrillera con sus famosas maniobras de leyenda.

          En cochazo descapotable que deja en mantillas la fidelidad y el glamour de la mismísima Penélope, hace aparición la Victoria Salesiana con escudería rosa y celeste. El motor ruge como un patio de colegio bien engrasado, es imparable.

          A motor de combustión de romero inagotable llega la Victoria verde, líder en todas las apuestas porque la Esperanza es premio siempre, siempre toca. Su humo hace que pierda lo malo y gane lo bueno.

          Y por si aún quedara alguno con más ganas de Victoria aquí tenemos el punto y final, negro sobre plata, como una guinda. No hay quien pueda competir con semejante bólido.



          Ya dan vueltas al circuito y a una decisión cuando menos poco meditada por los riesgos implícitos a toda alta competición, pero no hay peligro, seguro que los participantes proclamarán con todos los medios mecánicos a su alcance que hay solo una Victoria en este gran premio de la diócesis, una Victoria única y maravillosa compartida por estos tronos locos de contentos que este 26 de mayo recorren la ciudad.

jueves, 5 de abril de 2018

DUELO

Haciendo criba de los muchos pensamientos de una mente sobreestimulada por la opresión del capirote, me concentro en este post en los de apenas unos segundos de una larga noche que me servirán de resumen a las vivencias de toda una Semana y además para concatenar mi posición en mi tiempo y en mi mundo, que se prolonga más allá de una procesión.

Llegado el momento el nazareno ha de enfrentarse con alguna realidad, la mía irrumpió en la Plaza del Carbón en forma de veladores de plástico. De golpe y porrazo el cortejo dejó de estar flanqueado por gente que con mayor o menor atención atendía a la procesión para empezar a discurrir entre chiringuitos hosteleros, todos repletos de culos aposentados en taburetes que se prolongaban hacia abajo hasta un par de pies y por arriba hasta unas cabezas de mandíbulas masticantes. Allí estaban entretenidos y risueños, procedentes de lejanas tierras con su equipaje de eses silbantes, separados por un plástico transparente que como un muro los protegía del peligro de contagio de los pintorescos seres irracionales medievales que vela en ristre avanzaban por la calle y por los que apenas mostraban interés. Allí estaban, a mi derecha y a mi izquierda, ocupando aceras con todos los legales beneplácitos, observándome de cuando en cuando a través de las lentes de superioridad de sus grandes copas de vino generadoras de riqueza.

 No penséis que fue envidia lo que sentí, no tenía el más mínimo apetito. Aquellas berenjenas con miel y el suculento bacalao con tomate no me tentaban como a San Jerónimo. Este nazareno ni come ni mea, solo se autoprescribe algún caramelillo contra el mareo y bebe un poco de agua si le entra la sed. Lo duro fue aquel encontronazo sociológico, aquel cruce de miradas entre dos mundos, aquella sensación de ser un mero figurante de sus juegos del hambre, un payaso animador para los hosteleros, un reclamo escrito a tiza sobre una pizarra callejera como menú del día para utilidad de una sociedad, con ayuntamiento y agrupación a la cabeza, que mide su éxito en los días santos por centenas de montaditos de lomo, decenas de cañas de cerveza y unidades de cono de helado.

Allí, en aquella ciudad inhabitada convertida en decorado, hizo este nazareno su estación laica de penitencia ante el mundo, antes de la otra ante su Dios en la catedral. Allí se batieron a duelo las mentalidades como en una escena de película del Oeste, se cruzaron las balas de las miradas de mi humillación y de su incomprensión entre humo de incienso y olor a croquetas hasta que abandoné el lugar sintiéndome victorioso, superando la prueba, enfundando mi cirio humeante mientras me reafirmaba en lo que pienso y en lo que creo, porque nada que pueda pagarse con el dinero del César y acabe en los inodoros de este mundo podrá jamás superar al orgullo que se siente como nazareno, pidiendo paso a la Virgen de los Dolores, la del Puente. 

jueves, 15 de marzo de 2018

POYAQUE A LA VIRGEN DE LOS NEGRITOS


            Pintor nacido en mi tierra con el pincel extranjero, pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos, aunque la Virgen sea Blanca, haga usted el favor de pintarme un ángel negro, que digo yo que también se irán al cielo todos los negritos buenos.

            Y poyaque estamos en faena, estaba yo cavilando, pintor de santos de alcoba, que si tienes alma en el cuerpo podías por el mismo precio diseñarme para la Virgen de los Negros, la que reina en el cielo rodeada de angelitos, algo que le recordara que, antes de andar por donde ahora anda, este planeta habitaba, para que nos tenga presentes a aquellos con los que caminaba, hijos de su misma especie, con alguna excepción reciente que hasta a bicho malo huele.

            Se disfrazó la musa de devoto contratante, Juan Miguel se puso manos a la obra, pintó primero el ángel negro, no por cumplir el contrato, era blanco y en botella que los negros van al cielo (desde el Mediterráneo a miles, lo había visto por la tele) y después de mucho pensar cumplió con el grato poyaque, dibujó una saya con un rosal, porque es la flor del paraíso, para la Reina de las flores y de remate Rosa Mística, pero lo más importante, en el filo de la falda, a ras del par de pies santos, no pintó grecas geométricas, hojas de acanto, ces ni eses, sino que dibujó para que le bordaran, y así las sandalias manchara, la tierra arada de donde el rosal brotaba, la tierra que Ella en su día pisara y por la que nosotros vagamos hasta que llegue la hora.


                                                                                             
(Souvenir de una tarde con amigos en Sevilla comprado con el marfil de una muela)

A José Mª Garrido.

sábado, 10 de marzo de 2018

TOLDURA (porque cuando algo no tiene nombre lo mejor es inventar la palabra)


            Vine de mis ejercicios en FITUR renovado. Maduré por fin. Abandoné los postulados del turismo de interior que hasta entonces defendía, el que llenaría bancos de iglesia, varales de trono, filas de nazarenos y aceras de calle, el cursi turismo del alma, uno de malagueños tiesos que apenas deja un euro de churritos en caja. Acepté por fin mi posición bajo el Sol de la Costa, la de ser un mero figurante al servicio del desarrollismo hostelero, dispuesto a vender hasta el aire de mi capirote a un tour operador por treinta monedas. Y salí a la calle, y este invierno se tornó primavera, y contemple a Málaga con nuevos ojos, una ciudad bienaventurada sin aguantar sermones de la montaña, ni sufrimientos, ni esperas, toda cubierta por un toldo sagrado, bendecida por una panza hinchada de becerro de oro que nos cobija y que pregono orgulloso en este post.



            Pérgola sobre pérgola en una de las muchas arterias que rivalizan con la Alameda por ser la Avenida de los Toldos, que llamó un pregonero. Pronto caerá la noche sobre los palios, se prenderán candelerías de estufa que calienten al que tiene frío por fuera, se servirán gintonics al que lo tiene por dentro y de paso darán de beber al sediento.



            Por parejas avanza el cortejo ocupando su sitio en la procesión, ya llueva o haga sol, pues se paga por la ocupación y si se paga se ocupa. Son mojones móviles de un reino por conquistar, tan protegidos por la autoridad que ni un perro mañanero reventaíto osará mear.



            Nuevas calles se abren para dar acogida al suntuoso cortejo, sea siempre bienvenido. No será su saeta al cantar al que está por desenclavar, ni tampoco al que anduvo en la mar, será al que se coma la brocheta y suelte la pasta al acabar. Ole.



            El manto se aleja por la estrecha vía dejando aroma a inútil regüeldo ¿Si no da el sol por qué cobija? ¿Si acolcha el ruido por qué en Chinitas? Los huesos del clero enterrado bajo el crucero de lo que un día fue convento se retuercen con el taconeo de las chanclas con calcetines, reviven de la paz en que descansaban con las risas que provoca el vino y los entraditos en carnes que por el famoso pasaje intentan ahora pasar y ya no caben.



            Junto al Palacio Obispal desplegada está la manguilla, la cruz parroquial no se pone porque no se come, está preparada en la bodega por si alguien la pide, porque si la cruz se pide la cruz se vende.



            Actor del misterio, no huyas de este cielo de lona que está por tu bien y por el de todos. Verás como poco a poco se llenan de fieles los bancos del este falso templo en que se ha convertido esta ciudad de falso dios.



            Cimbreo de morillera, bambalina bordada con aromas de boquerones más quemados que fritos. Al ofertorio llega la guapa beata con mandil a pasar la bandeja. La ciudad quiere pero nada es a cambio de nada y la hospitalidad empieza por uno mismo. Entérate, infiel de lejanas tierras, ésta es la verdadera fe, en efectivo o con tarjeta.



            Y bajo el palio siempre la flor, cobijada con infinito amor para animar a la primavera. El azahar brota imparable del sustrato de huesos chupados de aceituna, el cielo profiláctico de la hostelería será el único límite.



            No dejéis hueco por cubrir, palios malagueños, invernaderos de hoja de tabaco. Drogad al mundo con el veneno de vuestro incienso que arde en minicarboncillo de alquitrán. Habrá incluso quienes proclamen a los cuatro vientos del aire puro que estos fumaderos no son más que un monumento al fraude de la ley, unos incensarios que sirven para fumar lo mismo que antes se fumaba dentro gratis pero fuera y pagando al Ayuntamiento. Qué buen negocio municipal fue la Ley Antitabaco. Venga más calles peatonales, venga más minúsculos locales, llenando las arcas públicas y vaciando el Arca de nuestra Alianza.



            Avanza palio malagueño, llega hasta cualquiera confín, si hay que saltar muros se saltan, que aún hay muchos huecos hosteleros que cubrir. Que mejor lugar para un refrigerio fino, para una jubilación de maestro entregado, para una boda de oro de amantes esposos, para unas buenas croquetas y un Rueda fresquito, que el hospital donde se acogían a los miserables que no tenían donde caerse muertos. Ojalá pronto nadie pierda la ocasión de saborear un catering intramuros de la historia de la enfermedad y la caridad, siempre a precios asequibles para el bien de todos, claro está.

sábado, 17 de febrero de 2018

SERVILLETA, DOS PLATOS Y POSTRE.


En cuanto irrumpió en mi timeline el paño de la Verónica de la hermandad del Valle de Sevilla de Guillermo Paneque no pude sustraerme a opinar. De repelentes maneras y con una cena esperando en el plato improvisé mi primera reacción: no era abstracción lo que vieron mis ojos, era en realidad arte figurativo por descubrir, había sangre, había baba seca, si yo no identificaba la cara tampoco lo podía hacer su autor, compartíamos una incógnita por resolver, había que encontrar allí a Dios. Detrás del detallismo a realce de los límites de cada mancha intuía algo de sublimación estética del dolor, lo mismo que hacemos los cofrades de toda la vida bordando con oro la ropa sanguinolenta de un Torturado Condenado a muerte.

            A los pocos segundos ya leí en Twitter otra reacción, una tan primaria como la mía, la del tuitero @MiguelGRizo, posiblemente cruel pero más ingeniosa y divertida, igual de legítima, igual de válida. Para Miguel el paño del Valle era una “Servilleta del Burguer King con manchas de Ketchup y mostaza”. Con esta contradicción acabé con el primer plato, uno de cuchara con el sabor agridulce de quien comprueba lo diferentes que somos, guisado con la libre interpretación de una misma obra de arte que precisamente nació para provoca reacciones, si no ni es arte ni es nada.


            A continuación vino el segundo plato y con él al paladar de la mente un dilema, el de que las imágenes sagradas, incluso las más refinadas aportaciones de la historia del arte que procesionan por nuestras calles, generan exactamente el mismo debate. Ese Cristo imponente que carga con una cruz con foto grande en los manuales de historia del arte, ése que provoca lágrimas a su paso, que se le sigue con pies descalzos, que se lleva a las entrevistas de trabajo o se introduce en los bolsillos de las mortajas… esa obra de arte divina es también calificada por muchos, y por muchos más de los que pensamos, como un muñeco, y no solo en los ambientes anticlericales, también por muchos cristianos iconoclastas que gustan poco de las formas cofrades. Por tanto esa servilleta llena de kétchup tocaba resortes similares a los de una obra de Mena o Montañés desde el momento mismo en que las imágenes religiosas, todas sin excepción, se someten al veredicto del gusto del público de todos los tiempos, verdadero destinatario de la obra. Es cada espectador (el de ayer, hoy o mañana) quien debía encontrar el aura de lo sagrado o la simple madera policromada, quien elevaría un objeto a los altares o le prendería fuego con gasolina. Me costó digerir este segundo plato pero era tan jugoso que no deje de él ni un resquicio en el plato.


            Y para acabar el postre. Vi el paño del Valle expuesto al escarnio público, como veía las bromas sobre muñecos en la picota de la Sexta o en las redes sociales, esas que democráticamente me veo obligado a soportar con cara de póquer, y esto me llevo a algo, o mejor dicho a Alguien. ¿Y si ese paño con manchurrones representaba conceptualmente a Otro en una barandilla de un balcón de la casa de Pilatos, Alguien que generó exactamente las mismas reacciones, la misma contradicción? Até cabos y comprobé que con aquel lienzo medio abstracto del Valle se podía perfectamente cerrar un círculo, uno que empezaría al lado de las Setas de Sevilla y que acabaría en el Calvario, vi que este año aquel paño es y podrá ser el Vero Icono porque pocas cosas hay como el arte para encontrar en la tierra signos de Dios.

miércoles, 31 de enero de 2018

PIÑATA EN EL ECHEGARAY

¿Quién me iba a decir que un suceso cofrade del pasado 10 de enero (a un año luz de tiempo de la sociedad de la información) iba a seguir hoy de actualidad? Y no precisamente por el cartel oficial de Semana Santa que ese día se presentó (es el suceso al que me refiero) sino por los tejemanejes de poder que se exhibieron previa invitación. Yo contemplé el acto por 101 Televisión, como todos los cofrades de relleno, no importa, el salón de mi casa es lo más parecido a aquel otro de los espejos de mi ayuntamiento al que antes acudía siempre que quería.

            En aquel escenario del Teatro Echegaray colgaba el cartel como cuelgan las piñatas, ésas hechas de barro que se llenan de monedas y se rompen a bastonazos. Allí, tras no sé cuántos presentadores, expuso Ruiz Montes su legítimo discurso como autor del cartel, lo que sirvió de inspiración a una improvisada tragicomedia generacional sobre la lucha por el poder municipal, todo ello con la figura reluciente del Cristo de la Redención convertido en telón de fondo, en un decorado.

            Empezó Don Elías Bendodo, presidente de la Diputación, alcaldable, haciendo apología de las virtudes de la juventud por ser joven el cartelista. Sus ojillos gritaban: “Si os gusta el cartel elegidme a mí como alcalde, coño, que también soy joven”. Don Francisco de la Torre la cogió al vuelo y halagó al cartelista con retranca por haber tenido el detalle de incluir a un nazareno representando a la madurez. Su socarronería declamaba “que le den por saco a ese niñato de la Diputación, aquí tenéis a un alcalde de verdad, con una experiencia tan imprescindible que sale hasta en los carteles de Semana Santa”.

            Para redondear el acto y curar las heridas de los garrotazos también habló allí, delante de todos los medios de comunicación convocados, alguien de Unicaja, entidad a la que los cofrades malagueños estaremos eternamente agradecidos: sin el patrocinio desinteresado de este banco no tendríamos cartel, dado el descomunal gasto económico que supone publicarlo y encima a color.
           



(No me he atrevido a publicar la otra versión en la que aparece la futura torre del puerto. Era una visión demasiado terrible hasta para un blog como éste en el que a veces se ha llegado a rozar lo gore. Me consta que lo leen menores de edad que podrían sufrir graves traumas.)

domingo, 28 de enero de 2018

SOMEWHERE OVER THE RAINBOW



Como esos puentes medievales que emergen de los pantanos durante la extrema sequía, hay un puente sobre el Puente de los Alemanes de Málaga que solo se aparece en las pequeñas o grandes catástrofes. Está casi siempre oculto a nuestra vista aunque lo tengamos delante de las narices. Este puente comunica la calle Marqués y el Pasillo de Santo Domingo de una ignota feligresía celeste poblada de gente buena, que distingue su mano derecha de la izquierda porque a la diestra siempre está Ella en su capilla y a la siniestra todo lo demás.