viernes, 25 de septiembre de 2015

CUESTIONES TERRITORIALES


A qué negarlo, mi coletilla había sido siempre la misma: eso de que para mí no hay fronteras. Posiblemente por ser hijo de mi tiempo, intoxicado, como tantos, con el sentimiento nacionalista español en el que me tocó nacer, con la muy personal aportación de mi capacidad por encontrarme a gusto en cualquier sitio mínimamente civilizado, cuando viajo nunca me siento de paso.

Sin embargo la obsesión separatista del nacionalismo catalán, que no quiere cuentas conmigo, y los comentarios antiespañoles del Trueba que ganó el óscar que celebré como mío, me han hecho replantearme ciertos temas. ¿No es la cuestión territorial una cuestión? Pues por eso me la cuestiono:

            ¿Y si las fronteras no fueran tan detestables? ¿Y si sirvieran para sumar más que para restar? ¿Y si las líneas divisorias territoriales fueran las adecuadas para canalizar los sentimientos del hombre, animal social, además de permitir su desarrollo y prosperidad?

            ¿No es algo natural que superada la primera barrera humana, la del hogar, que por propia biología concentra los sentimientos más puros, los familiares (aquellos por los que estaríamos dispuestos a matar o morir) nuestra vida se articule en torno a las calles del municipio, más o menos pueblo, más o menos barrio, donde nos conocemos, o podemos hacerlo, donde hacemos amistades o las perdemos, donde trabajamos o donde lo intentamos sin éxito...? ¿No es acaso el municipio un irrenunciable asentamiento tribal con comodidades?

            Subiendo un escalón me pregunto si no tiene cierta lógica que los municipios cercanos convengan relacionarse en unidades mayores, llámense provincias o comarcas, si no será legítimo que queramos saltar la muralla de nuestros pueblos, movernos con seguridad por un territorio conocido que sintamos como nuestro. ¿Acaso no queremos alternar los espetos del chiriguito con el plato de Los Montes a nivel gastronómico, geográfico y humano?

            Y sigo, ¿no observáis que a pesar de todas las dificultades que supone dibujar líneas fronterizas existen identidades culturales supraprovinciales fruto de la convivencia prolongada? ¿No es bueno por tanto que haya estructuras como las regiones, o las comunidades autónomas, que pongan un poco de orden y concierto en los hechos diferenciadores que los definen como pueblo?

            ¿Realmente no tiene utilidad el estado, en el sentido de una organización humana no tanto de puertas adentro como de puertas afuera, que ostente una posición de justo poder, que discrimine positivamente, que reivindique, prefiera y defienda a sus habitantes (ya por nacimiento o por voluntad), que compita y gane medallas sin dopaje, que preseleccione a sus candidatos a los oscars…? 

            Y para concluir, ¿no es cierto que los estados no pueden estar solos, que sigue habiendo imperios, que la globalización hace necesarias organizaciones internacionales o transfronterizas? ¿No existe en estas organizaciones un hueco para la utopía aunque no acaben de rematar la faena? ¿No sirven para corregir excesos y compensar fuerzas, para parar pies y sumar voluntades? ¿No es cierto que el aislamiento no es bueno a ningún nivel?

            ¿Y qué hago yo hablando de esto aquí? ¿No es esto un blog cofrade? Pues sí, es un blog cofrade, y lo cofrade tan humano como cualquiera otra de las realidades en las que se organizan los hombres y las mujeres. Propongo que sigáis leyendo este excesivamente largo post traduciendo mis preguntas retóricas al territorio Puentiferario, de donde en realidad parten.

            ¿Hay algún sentimiento más enraizado en lo cofrade que la devoción familiar, heredada de los padres o trasmitida a los hijos? ¿No es el municipio el cauce natural de constitución de una hermandad, la que condiciona el grupo humano que la conforma? ¿No requieren las hermandades de unos vecinos que salgan de sus casas para verlas o dejarse ver?

            ¿No compartimos idiosincrasia con la provincia? ¿No movemos los tronos como se dice los movían antes en Vélez, no compartimos estética y arte antequerano, no es cierto que los inventos cofrades de la capital se popularizan en la provincia?

            Con todas sus peculiaridades ¿no es más que notorio que la Semana Santa y la religiosidad popular de Andalucía tienen entidad propia, que configuran su cultura, que, para bien o para mal, la vertebran?

            ¿No es también cierto que la Semana Santa no es en realidad una fiesta andaluza, que pervive con formas peculiares por toda España? ¿No se sostiene artísticamente sobre las mismas esculturas en madera policromada de escuelas imagineras intercomunicadas? ¿No son todas las semanas santas fruto de un mismo pasado histórico y religioso, no hemos gastado el mismo oro de América, sufrido la misma invasión napoleónica, apagado la misma furia iconoclasta?

            ¿Acaso la Semana Santa española podría comprenderse si no estuviera inmersa en la civilización europea cristiana, si no hubiera estado poblada durante el medievo por los mismos cortejos de disciplinantes temerosos de Dios, si no se hubiera forjado en una misma Contrarreforma reaccionaria frente a una misma Reforma? ¿No está toda marcada a fuego por el mismo aparato barroco que divirtió a Occidente?


            Por todo lo retóricamente cuestionado, no reivindico las fronteras, porque esto me obligaría a imponerlas, pero no las niego, ni las recrimino, ni las odio. No son las fronteras las responsables de nuestros problemas, lo es nuestra falta de sentido común para servirnos de ellas, para vivirlas, disfrutarlas, atravesarlas y emplearlas con sensatez. Hace poco leía la incapacidad natural de tener demasiados amigos o la de sentir verdadero dolor por los grandes problemas de la Humanidad, un defecto de fábrica que antepone la pena por un niño muerto en la playa frente a la de miles en el fondo del mar. Tal vez el organigrama territorial sea la forma natural de suplir ese defecto de fabricación, la mejor manera de priorizar, de ramificar los afectos en sociedad, un esquema idóneo para convivir pacíficamente, para canalizar la solidaridad, la empatía y la ayuda mutua, un árbol con raíces y ramas con el que cosechar nuestros mejores frutos, esos que tanto se nos resisten.

lunes, 14 de septiembre de 2015

POSTGÓN



Mi arco iris negro atravesó un prisma cristalino de agua pura, una gota condensada sobre una flor del Jardín de los Monos, y proyectó un chorro de luz blanca tan cegadora que no pude repelerla con las gafas de mercurio de mi apatía.

Mi mente negra viajó en la catedral del tiempo y con ella la Señora de mis amores, que dejó de ser la Viuda al pie de la cruz para teletransportarse en radiante Niña casadera.

Hoy que la paloma del Espíritu Santo aún picotea granos de arroz por las aceras, que las alcantarillas de la ciudad purifican su hedor con agua de rosas, que el eco de los cohetes se fija en resonancias magnéticas custodiadas en el archivo de milagros de una Enfermera de la Cruz Verde, hoy que la música aún acompasa el ritmo de los corazones con agujetas por tanto latir y que la pesada losa de los piropos y los besos sepulta para siempre los muertos aspavientos, hoy, con resaca de bebida blanca, quiero postgonar que mi Señora del Puente sonrió como nunca, animada por el resplandor de los flashes de los móviles de una morillera, y que como señal victoriosa lloró de alegría gotas de rocío con las luces del alba.

Puentiferario, que no se había visto jamás en otra semejante, está feliz y estará por siempre eternamente agradecido, por eso lo proclama públicamente para que conste.