jueves, 6 de septiembre de 2018

TRIDUO AL SAGRADO CORAZÓN DE UN PUEBLO DE LA AXARQUÍA (o pies de foto a tres fotografías no hechas)


Mediodía de tres días consecutivos. Fachada de ermita blanca en la plaza del pueblo, fin de trayecto de caminata para legitimar después las cervezas y más cosas que engordan.

DÍA UNO.
Puerta entreabierta, un Sagrado Corazón de escayola asoma desde el interior del templo a un metro escaso, en el suelo, sobre unas andas sin patas, mirando a la calle, mirándome a mí, con sus brazos abiertos como de portero de discoteca vacía con ganas de abrazar. Sorpresa absoluta. Ajustada la retina a la oscuridad de la nave observo una velilla encendida y después a su izquierda un sagrario antes oculto. ¿Será posible que este Bicho más Feo que un demonio de tamaño académico pintado a pistola, con el corazón por fuera, sirva de algo, que me abra una puerta, que me muestre otra por abrir?

DÍA DOS.
Ermita abierta de par en par, cuatro septuagenarios de ambos sexos barren y friegan la iglesia. Mi Sagrado Corazón de escayola de colores chillones acaba de ser subido a su hornacina, a su izquierda, de pie sobre un banco, un abuelete hace burla imitando la pose de portero con brazos abiertos de aquel Corazón a Jesús pegado, justo como si el mal ladrón tuviera ganas de guasa, libertad de movimientos en el Calvario y bastante barriga. En frente, una beata vieja entre risas inmortaliza la escena con su móvil. Tal vez cualquier generación pasada no fue mejor. Tal vez sea la luna llena del teléfono la que nos transforme a todos en lobos hambrientos de protagonismo para el hombre.

DÍA TRES.
Ermita cerrada a deslumbrante cal y canto. A falta de rayos X para ver cómo está a mi Santo de escayola me concentro en la esfera del reloj de la miniespadaña. Ante ella suelto lastre de alguna oración pesada. Me fijo en un dato inquietante: además de las inevitables horas y agujas que las marcan aparece el nombre del pueblo y un mes, que es lo mismo que nada, el nombre del pueblo por ser obvio, no es una iglesia ambulante, y el dato del mes por no venir acompañado del día y el año. Un mes sin fecha… como un aviso de lo que inevitablemente está por llegar, casillas en blanco de una lápida por completar. 

FUNCIÓN PRINCIPAL
Siempre se me olvida la función principal, otro domingo veraniego de preceptos incumplidos. En mi fin de trayecto deportivo se celebra misa mayor. Del Sagrado Corazón ya ni me acuerdo, por feo. Juro que lo primero que escucho desde el silencio de la calle es la invitación del cura a rezar la Superoración, y yo, sudando como un pollo, rezo el Padrenuestro ¡vaya si lo rezo! acepto su puntual absolución de escayola, su eterna invitación con consumición allá donde dos o más se reúnan en Su nombre.

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