Yo, La
Mundial, en pleno uso de mis facultades mentales, en
nombre propio y en el de mis linderos por Poniente: el Pasillo de Atocha y el
solar colindante (ése que fuera hasta hace poco esbelto y decimonónico edificio
a reconvertir en hotel con encanto y que
acabó pasto de las llamas por el combustible de la avaricia) próxima mi muerte hago
en este acto testamento cofrade de
mis ya escasos bienes, no sin antes afirmar lo siguiente:
Que sepan todos que los edificios
tenemos alma, como las ciudades que nos acogen, como los humanos que nos
habitan, y que nos preocupamos por nuestra salvación. Las ciudades también tienen
memoria selectiva, compuesta por recuerdos que se dulcifican con el transcurso
del tiempo, como caramelos envueltos en papeles de colores. Eso creía ser yo, La Mundial, un envoltorio de
caramelo, la funda de un dulce recuerdo del pasado.
Es enfermizo que quien carece de
recuerdos desprecie los de los demás. Poco puede recordar Moneo de las bullas
que nunca vivió encerrando La
Paloma frente a mis muros. Los promotores braseros (de Braser)
ninguna saeta de Gloria de Málaga habrán escuchado desde mis balcones, ni de
ningún otro. Para nuestro alcalde y demás afiliados que nos gobiernan Atocha no
será más que una estación de Madrid, no la Virgen de la capilla que dio nombre a mi Pasillo.
Los de la camarilla de Andalucía dudarán si Hoyo de Esparteros es un triángulo
o un trapecio de circo, si Espartero viene de esparto o montado a caballo. Pero
vosotros sí, herederos míos, vosotros tenéis recuerdos o los queréis tener conservando
los de otros, trayéndolos si hiciera falta en los camiones de porte que gustaban
de aparcar en mis inmediaciones, como si esto fuera una puerta al más allá.
Visto el revuelo tal vez realmente lo sea.
Pobres peseteros, muertos de
hambre ciudadana, vivos sin pasado común, faltos de los recuerdos compartidos
que construyen los pueblos. Atilas catetillos de la política, del ladrillo
condenados a pasar, de la cultura por la marca. A vosotros os desheredo y os
apercibo que habrá un antes y un después de mi demolición.
No me quiero poner triste, allá
va mi testamento cofrade:
Yo creo que esta rejilla de ventilación le puede servir
de galleta de diario a algún San Juan, tengo muchas, así que no hay que
pelearse por ellas.
Mis hierros valen de inspiración a algún bordado simétrico o para cincelarse
en alguna barra de palio o estandarte. Los de Braser creen que Heredia era un
herrero gitano que calzaba herraduras a porrazo limpio.
Mis esquinas achaflanadas, tan malagueñas, tan Strachan, con esas
curvas tan femeninas, las dono a algún palio de Virgen. Por más que oteo el
horizonte no encuentro palios ochavados en ningún otro lugar.
Las balaustradas de la terraza las cedo a las hermandades sin
candelería. Triste es que tenga que morirme para que la tengan de una vez.
Las piedras de escalar de la fachada del hotel con encanto las lego al Monte Calvario a fin de que las
depositen en las estaciones de su Vía Crucis. Me muero con las ganas de ver allí
unas cruces en condiciones, servirían como tumba y epitafio de tantos edificios
y recuerdos caídos a sus pies en el combate especulador.
Los cierres de madera, con esa perfecta asimetría que busca la luz de calle
Ordóñez, tal como lo haría un ser vivo, un árbol centenario de la Alameda, deben arder bien.
Como están bendecidas desde mis tiempos de sede del Gobierno Civil podrían
marcar la cruz el Miércoles de Ceniza. Que recuerde todos los que contribuyen a
mi caída que polvo también son y que en polvo se convertirán, por mas euros y
glorias que se lleven a la tumba con el pelotazo.
Ya por último, cedo el cielo del pasillo de Atocha -que
quedará definitivamente clausurado a las procesiones cuando construyan en lo
alto- a la Virgen
del Amparo. Ella es quien estrena el cielo de Málaga la mañana del Domingo de
Ramos, es justo que conserve en su palio esta superficie de resplandor celeste.
Que pase el próximo Domingo de Ramos por aquí a recogerlo.
De todo lo anterior, como
fedatario, Puentiferario da fe.
Esta entrada está dedicada a Rocío, por su apoyo en pasillo de autobús,
con el deseo de que mientras viva nunca nada parecido a Promociones Braser se
cruce en su camino.