martes, 29 de abril de 2014
viernes, 11 de abril de 2014
¡ES LA GUERRA! (II) Es la paz
Los últimos
días de guerra fueron terribles. La arenga del político profanando el hábito
penitencial acabó en tumulto, algo de poca monta en comparación con los desórdenes
que después siguieron.
Altos mandos religiosos, por
miedo a un mundo del que ya no comprenden ni siquiera su amor, por temor a una
guerra que se les va de las manos, perdieron la autoridad y los papeles, atajando
despiadadamente las declaraciones de un joven pacifista, sirviéndose para ello de
la obediencia debida por sus subalternos. Aún se desconocen cifras totales de
bajas en las revueltas.
Simultáneamente surgió otra
brecha en el frente cuando un destacado miembro del alto estado mayor convirtió
su tribuna en picota al servirse, supuestamente, de su jerarquía para obtener ventajas
políticas y económicas. Los militares se alzaron, se rebelaron en cadena,
incluso los incapaces para ver la viga en el ojo propio. En este ambiente las
plazas fuertes sufrían tensiones internas, cualquier discrepancia manifestada en
público se reprimía duramente.
El clima de
confusión se extendió por la tropa. Los resentidos lo utilizaron para guerrear por su cuenta, los inseguros encontraron razones para perder su ya
de por sí mermada fe. Nuevos enemigos sin vela en el entierro se aprovecharon
del desorden moral para dinamitar desde fuera las defensas, echando más leña al
fuego, llenos de un odio ancestral, como si no nos bastáramos nosotros para autodestruirnos.
Afortunadamente esta ciudad es cuaresmera
y nunca lleva sus guerras más allá de los cuarenta días de rigor, las heridas
mal curadas se olvidarán para reabrirse de nuevo con cada primavera.
Hoy Viernes de Dolores se firma
el armisticio. Se entierra el cetme de guerra. Es una pena que esta crónica se publique
en este glorioso día por voluntad del cronista. No pretende otra cosa que dar
carpetazo, pasar página, perdonar (o intentarlo al menos) y partir de cero. Ninguna crónica es fiable,
todas son subjetivas, porque sólo se cuenta lo que se encuentra, y sólo se
encuentra lo que se busca.
Sí, sólo encontramos lo que buscamos. Si buscamos el bien lo
encontraremos, en todos y en todo, por más escondido que esté.
Es Viernes de Dolores, es Viernes
de Paz. Se lo debemos.
Gerardo
Dottori (1884-1977), Crucifixion, detalle, 1928
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