miércoles, 17 de septiembre de 2014

RETRATO DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS SIN FOTO

            La Virgen de los Remedios tiene una cara alargada de torre de parroquia antigua. Los carrillos sonrosados con el color de su ladrillo. Cejas finas, curvadas con la parábola de un arco de camarín de medio punto.

            Mechones de pelo color tierra que se pliegan como un terremoto, de Lisboa para ser preciso. En la barbilla un hoyuelo que alberga un mar que se retira acobardado. Orejas con lóbulos traspasados por el anciano Simeón, con unos pendientes grandes que brillan como espadas.

            Los ojos repican a misa mayor. La boca ama con la pureza absoluta de su sonrisa (sin el más mínimo asomo de dientes que es lo que jode). Nariz semítica, de judía de raza, pero no aguileña, sino de pico de blanca paloma que devolvería la paz a Oriente Medio con un simple aleteo.

            Está vestida de Sol, con sumo gusto y elegancia, a la última moda apocalíptica. Porta en la cabeza una corona con curvas de cántaro de plata, rebosante de agua bendita de la fuente obediente de su feligresía. A sus pies la media luna, rematada por dos chispas relucientes de pedernal que prenden los Mártiricos con las piedras lanzadas en su sacrificio. Su contorno se decora con la rocalla que conforma una constelación de estrellas de yeso.

            Tiene la Virgen un Niño de Sus entrañas, que descansa en la curva gitana de su cadera vestida de miriñaque, pero Eso ya merece otro retrato, inmenso, enmarcado por unas maderas que se cruzan y se atraviesan con clavos oxidados que redimirán al mundo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

MIRAR UN CUADRO


El pintor trata evidentemente de representar la venerada imagen de la Virgen de los Dolores del Puente, pues la sitúa bajo uno, vestida de riguroso luto, tal y como esta advocación de Málaga se nos presenta habitualmente. Evita pintarla de cara, algo frecuente entre los artistas que la quieren, por imponer un respeto reverencial tal que bloquea cualquier tipo de expresión artística.

Para hacernos saber que no estamos en Semana Santa el cuadro omite el obvio recurso del capirote en el cortejo acompañante, que aún así mantiene su obligado anonimato. De los componentes solo vemos su espalda cubierta con hábito negro, detrás de la imagen, recalcándose con ello que ésta es figuradamente la posición del devoto, un siervo siempre tras los pasos de su Señora, como una sombra. Los largos cirios habituales de la hermandad representan la fe, al ir encendidos en pleno día. El paraje está desprovisto de público, sugiriendo una procesión interior, un sentimiento, más que un espectáculo, algo alejado de todo exhibicionismo y superficialidad.

Indiscutiblemente el artista pretende identificar el puente con un palio. La simbología se completa con un tren que lo atraviesa, purificando el cielo con su estela de vapor de agua. Con el tren el pintor representa la modernidad, que irresistiblemente se abre curso, pero sin afectar un ápice ni a la Señora ni a la procesión, el culto se mantiene inmutable, ajeno al devenir de los tiempos, con los pies en la tierra, como la raíz de un árbol negro que nunca parará de dar frutos.



          Elucubración ante la contemplación de “Viernes Santo en Castilla”, cuadro pintado por Darío de Regoyos en 1904. Su retrospectiva puede visitarse en el Museo Carmen Thyssen de Málaga hasta el 13 de Octubre. El texto es un juego demostrativo de lo divertido que puede ser contemplar un cuadro sin prisas, sin ataduras ni reglas; también de la subjetividad con la que inevitablemente cada uno de nosotros contemplamos el mundo, aunque no queramos; y de que para un devoto de la Virgen de los Dolores del Puente, en cualquier parte puede encontrarse su capilla callejera.

jueves, 11 de septiembre de 2014

EN BREVE, LA NUEVA TEMPORADA DE EL BLOG DE PUENTIFERARIO.

          Con todo prácticamente dicho, con menos novedades, menos gracia y menos imaginación que nunca, vuelve a todos los hogares El Blog de Puentiferario. Que sea lo que Dios quiera.