Con la lógica aplastante del
destino, una vez más lo extraordinario nos separa a Ti y a mí, Jesús Cautivo. No
podré acompañarte el próximo sábado en tu paseo por tu barrio, que es el mío,
es por eso que hago pública mi lamentación recreando hoy mentalmente tu
procesión. Estamos todos tan marcados a fuego con tu escapulario que esta tarea
me resulta fácil.
Oigo ahora ese murmullo habitual
de palmas que se aproxima a tu orilla, como se acerca el estruendo de la lluvia por el mar, hasta romper en la roca de tu peana, explosión de espuma blanca sobre
playa roja.
Anticipo esos vivas al Cautivo
que casi nadie responde porque todos, de una forma u otra, los proclaman.
Tras
descartar las caras descubiertas, los protagonismos, intuyo la fidelidad de tu barrio
de la Trinidad
desperdigado por el mundo. Lamentablemente también adivino, ojalá me equivoque,
la dejadez del otro barrio, del que debería amanecer el 22 de noviembre blanco
y resplandeciente, y que sin embargo, ingrato, dejará una vez más que seas Tú quien
se encargue del trabajo sucio, como ya hiciste en el Gólgota, que sea tu humilde
cola blanca de piel de ángel la que barra y recoja sus inmundicias.
Puedo ver
como tu agua de blanco azucarillo, que algo tiene cuando la bendicen, atraviesa
el sábado con dos faroles encendidos, uno de sol y otro de luna, los tinglaos de
las conciencias y limpia algo allí escondido, infantil, que los presentes creen
perdido, un sentimiento lleno de inocencia y confianza. Veo también como tras
mojarlos los secas con la misma brisa que contonea tu túnica.
Querido
Cautivo, Vecino mío, el sábado estaré ausente, mi casa cerrada con llave. Tú
que todo lo puedes, haz el milagro de dejar en ella constancia de tu presencia
extraordinaria, que la nota de tu marcha entre como una carta debajo de mi
puerta y que su eco resuene el domingo a mi vuelta, jalbegando de pureza mi
casa y a los míos.
Escapulario pintado por Chris Succo.