lunes, 19 de enero de 2015

CARTA DE AMOR


Querido nazareno de los Gitanos, o de la Columna como te dicen ahora, unas líneas para declararte mi amor, un amor platónico e inalcanzable, pues somos montescos y capuletos del Lunes Santo, por más que corra por la Alameda cuando llego a la Tribuna ya andas tú por Casapalma, así un año tras otro, por siempre.

Quiero que sepas que te quiero como no quiero a ningún otro. Como ésta es una carta de amor puedo escribir todas las cursiladas que quiera para demostrarlo, porque cursi es el lenguaje de los enamorados. Puedo decir por ejemplo que tu perímetro de puntilla blanca está dibujado con el vapor que desprende un hierro candente en el agua, y quedarme tan pancho, llamo así la atención sobre el gremio de los herreros que fraguó a martinetes y martillazos la chatura de tu estampa.

Nunca pienses que te olvido cuando en mi campaña reivindicativa del nazareno en Málaga hago referencia al capirotado, quiero que sepas que capirotes habrá, pero como el tuyo ninguno. Es el tuyo un capirote invisible, inapreciable por quienes ven vestido con túnicas de moda al desnudo emperador, un capirote cuerno de la abundancia de seguridad en uno mismo, de personalidad, de procesión sin complejos y de raza morada y carmesí curtida por un Sol redondo como una O. Es tu capirote una cornucopia de historia, de la de verdad, no de la de pacotilla, ceñida con espinas que ya no pinchan y relleno con la estopa de aquellas coronas penitenciales, extintas por las modas de quienes no tuvieron como tú el verdadero capirote bien puesto.

           Como no soy celoso me gustaría compartirte y que fuésemos más los que también te quieran y vean ese capirote tuyo transparente que se custodia en el cofre de los tesoros desapercibidos de la Semana Santa de Málaga.