1. Os deseo un cura
con el que os llevéis a matar.
Un director
espiritual que os ponga pegas continuamente, que no os deje decidir con libertad invocando
razones litúrgicas y catequéticas, que su empeño sea hacéroslas pasar canutas.
2. Una iglesia como sede
en la que no os sintáis cómodos.
Un templo
donde las cofradías no tengan hueco previsto y hayan de ganárselo en la
feligresía con sangre, sudor y lágrimas.
3. Una imagen titular
que no os guste.
Así, como
suena, os deseo una imagen que no os guste pero que os acabe gustando con el tiempo. Dios y
su Madre no pueden pagar los platos rotos de vuestra inmadurez artística y
cofrade. Los “pues a mí me gusta” deben
quedar erradicados en cuanto se pisa la frontera del culto público.
4. Os deseo muchos
revotaos.
Os deseo
muchos revotaos, toda esa gente mal vista que no ha cuajado en otra hermandad
por diversas razones pese a haberlo intentado de buena fe. Os deseo gente que os dé sopas con onda, lecciones de todo lo que no sabéis.
5. Que carezcáis de
bienes suntuarios durante muchos años.
Os deseo
que no tengáis de nada y os falte de todo. Flaco favor se le hace a una imagen
sin apenas historia recamándola de arriba a abajo como si los bordados no fueran
con ella. Los lujos son espolones del culto continuado, salen con el tiempo y
con el cariño. Las vitrinas de los anticuarios están llenas de tesoros de
hermandades muertas.
6. Que no lleguéis
nunca al recorrido oficial.
Os deseo
que nunca queráis ser una más, que os empapéis siempre de barrio y de cercanía,
que vuestra aspiración no sea pareceros a las cofradías importantes. Os deseo
que en lugar del “quiero y no puedo”
sigáis la estela de todas aquellas hermandades anteriores a la fundación de la Agrupación , hermandades
de cultos públicos extraordinarios porque se supeditaban a las necesidades de
sus hermanos.