El invitado 14 llega puntual, vestido para la ocasión. Antes de cenar ayuda con esmero a poner la mesa, a moverla hasta que ésta ocupe el lugar preciso en la sala. Sabe que todos los detalles son importantes.
El invitado
14 va y come lo que el Anfitrión le dice, al principio Pan, al final bebe Vino,
aunque el Pan no sea pan ni el Vino sea vino. Hace todo lo que haya que hacer
en conmemoración Suya.
El invitado
14 no es un invitado cualquiera, es decisivo, pues acaba con la mala suerte de
los 13 comensales a la mesa. Su presencia derrota al mal fario, atrayendo así sobre la reunión un futuro esperanzador. Gracias al invitado 14 la buena fortuna ronda
la mesa, se impone sobre la tortura y la muerte. Judas, el
invitado 13, ya no sobra, puede cenar tranquilo y descansar en paz tras su cobarde misión. Aquel
Cordero que ayudó a sacrificar con un beso ya no está muerto.
Al acabar
la cena, cuando en la oscura noche todos abandonan la casa para cumplir su
destino, el invitado 14 friega los cacharros, salvo el Grial, limpia la plata y
coloca el ajuar reluciente en la albacería.
El invitado
14 no es uno, somos todos, sin el invitado 14 no somos nada.