lunes, 13 de marzo de 2017
martes, 21 de febrero de 2017
LA CÁTEDRA
¡Ya está bien! ¡Debemos acabar con la falta de
rigor en la Semana Santa! ¡Esto se nos está yendo de las manos con tantas
decisiones arbitrarias y caprichosas!
Todo debe
tener un estricto sentido litúrgico, siguiendo los parámetros definidos desde el
Concilio de Trento por ser nuestra celebración fruto de la Contrarreforma, lo
que no quita a que debamos conservar también el espíritu penitencial de
aquellos cortejos medievales de disciplinantes y, por supuesto, la revolución
formal y cultual del último concilio Vaticano II, recuerdo que somos Iglesia, sin
ser esto óbice a que ante todo hayamos de ser respetuosos con criterios
historicistas, hemos de recalcar que Jesús existió realmente y ello implica recrear
exactamente aquel periodo histórico sin errores, lo que no significa que, por
ejemplo, los romanos tengan que vestir armaduras exactamente como las de las legiones romanas, más importante que la
historia es la tradición, no vamos a perder un buen plumero en un casco porque
lo diga un historiador… los historiadores no saben que los cofrades debemos
anteponer en todo momento los aspectos teatrales por ser los que mueven a la
religiosidad del espectador, esto debe ser siempre lo principal, siempre y
cuando los elementos empleados tenga calidad artística, un requisito
primordial, ya que en esta celebración damos gloria a Dios y no podemos darle
culto público con cualquier cosa, si algo no tiene calidad artística mejor no
sacarlo, salvo que se trate de objetos con valor devocional, evidentemente la
devoción es lo primero, en esas muestras de cariño de los fieles se fundamenta
todo, lo que no quita a que hayamos de ser firmes y rechazar aquello que
contradiga nuestras señas de identidad, somos poseedores de una rica cultura que
habremos de conservar por encima de cualquier caprichito devoto, tampoco quiero
decir con esto que no podamos evolucionar, al contrario, las hermandades deben avanzar
e ir siempre con los tiempos pero respetando las formas del pasado y desechando
lo contemporáneo, salvo que lo contemporáneo sea antiguo, o viceversa, desde
antiguo tenemos bien aquilatada nuestra idiosincrasia andaluza que nunca
podemos perder, así nuestras procesiones no han de expresar la pena por la
muerte sino la alegría por la resurrección pero siempre de la forma más seria posible,
ése es el camino a seguir, la seriedad, pero sin imitar las formas castellanas
porque lo suntuario (el refinamiento, los metales y telas preciosos) es
condición indispensable para demostrar el amor a Dios y a su Madre, siempre y
cuando no adquiramos enseres de valor porque vivimos tiempos de
crisis y hemos de evitar la ostentación de riqueza para ser considerados
verdaderos cristianos porque Cristo era pobre, igual que son pobres las
familias de los empleados de los talleres artesanos que se quedan sin
trabajo si nosotros… bla, bla, bla, bla, bla, bla.
jueves, 9 de febrero de 2017
MANOS
Cristo
orando en el huerto abrazado a un olivo imaginario para que le luzcan los
pliegues del nuevo mantolín, vírgenes cuya mirada implorante al cielo se ve
contradicha con la mano tonta de un besamanos, falanges afiladas como estiletes
para introducir anillos, manos crispadas injertadas en cristos serenos que exhiben
las malas artes de los que pretenden pasar a la historia del arte cateando en lenguaje
corporal, codos salientes para percha de toca, manos prisioneras de sus rosarios
o convertidas en pedestales de caros cachivaches para dar gusto a sus
donantes...
Aunque la cara goce del
aristocrático privilegio de ser el espejo del alma y las manos, por su
condición proletaria, ya desde la escultura del desterrado Adán y señora se
vean obligadas a trabajar duro por amor al arte, ojalá las ramificaciones
nerviosas de las cabezas de las imágenes de vestir prolongaran su emoción hasta
las extremidades sin interferencias, ojalá que la sangre que palpita en las
sienes circulara sin obstáculos por los listones de madera hasta las manos y que,
despojadas éstas de los contratos estéticos contraídos con la tradición o el capricho,
pudieran en su quietud mover con naturalidad al sentimiento.
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