Os confieso
que mi blog tiene un número de visitas irrisorio pero tengo los secretos del éxito,
mis estadísticas no engañan, basta atar cabos. Sé cuáles son las teclas que he
de tocar para disparar las visitas (os doy solo un ejemplo: basta que me meta con
el alcalde). Lo más curioso del caso es que mis chorradas mejores, las más
ingeniosas, esas que hasta yo mismo me sorprendo de haberlas escrito, las que
me dan seguridad y estímulo para seguir adelante, no las lee ni Dios, y eso que
Dios lo ve todo. Os aseguro que mi hermano José Antonio Jiménez, pintor del
cartel de la Semana Santa de Málaga 2019, sabe mucho más de su profesión de
pintor que yo de mi afición de bloguero, de teclas que tocar.
Para
cumplir el encargo de la Agrupación de Cofradías José Antonio tenía un doble
reto, el primero ser fiel a su estilo (le encargaron pintar el cartel precisamente
por pintar como pinta) el segundo era gustar y aquí viene la disyuntiva entre gustar
al personal estadísticamente hablando (esto es, meterse con el alcalde porque
da muchos likes) o cumplir con su deber de cartelista arriesgando con todas las
consecuencias. José Antonio, haciendo honor a la Retratada, ha optado por lo segundo,
faltaría más. No quiero ni pensar en la birria de cartel que hubiera salido si
hubiera pretendido gustar a todos, por ejemplo a ése que lleva una pajarita
rosa. Para conseguir adhesiones inquebrantables, como es ésta mía de hoy y para
siempre, se necesitan críticas furibundas, esta lección es de primero de
asignatura de Jauría Humana.
A la
Virgen de los Dolores del Puente nadie tiene más derecho a pintarla que José
Antonio Jiménez, porque no se puede estar cerca de Ella sin quererla y nadie
está más cerca de Ella que él. Basta partir de esta premisa para dar por bueno cualquier
cartel de la Virgen de los Dolores que salga de sus pinceles, incluso por aquellos
a los que legitima y fundadamente no les guste. Del mismo modo que solo se quiere
libremente solo podía pintarla en libertad, como ha hecho.
Me
resulta un engorro decir públicamente lo que me gusta del cartel, que se vea éste
por mis ojos, que mi opinión influya en los demás. No quiero ni pretendo convencer
a nadie, no lo necesito ni lo necesita el cartel, lo haré por un deber de
justicia al artista, a mi hermandad, a la Agrupación y a todos aquellos que se
han visto representados en él o cobijados bajo ese manto, por cierto, muchos de fuera de Málaga ciudad de los museos. Ojalá esa Virgen sobre el
papel representara a todas y cada una pero es inevitable que al escribir personalice,
tengo que hacerlo desde el corazón.
El movimiento. José Antonio ha
pintado otros carteles con formato similar pero éste es el primero en que
siento que la imagen se mueve, que se desplaza por el papel. Tal vez sea por el
eje a la derecha, por la caída del manto, por el contraste entre la pincelada más
suelta de la imagen frente a la definición del grafiti… sea por lo que sea en
el movimiento ya tenemos algo inherente a la Semana Santa: caminar, avanzar,
siempre. La imagen desprovista de trono y palio parece caminar por sí misma,
junto a mí, junto a ti, conozco esa sensación.
El negro. La Virgen va de
negro porque así es Ella pero también porque en su simplicidad puede ser todas.
Los bordados son códigos de barras que personalizan cada imagen, además
estarían fuera de lugar en el entorno humilde en que la Virgen se encuentra. El
contraste del negro con el blanco todo un acierto, hablamos de un cartel, aunque
no tenga tintas planas no le convienen las medias tintas. Voy a evitar entrar en
cuestiones personales pero creo reconocer ese manto, creo saber quién lo cosió
y a quién acoge desde el pasado año.
La pared. Sí, el fondo es una
pared, no es un dosel ni un marco malagueño incomparable del que sentirse
orgulloso, no es la calle del Centro tuneada con Photoshop para quitar cables, lonas
y turistas. Es un muro humilde, tan humilde que se ven los desconchones, y pese
a ello resplandeciente con la luz de la cal, que es muy diferente a la de la pintura plástica de fachada de franquicia molona. Esa pared no está en ningún
folleto turístico, está en mi calle, está en la vuestra. Esta Virgen no se
vende en FITUR, la puedes sentir sin pagar hospedaje porque Ella es el único destino
si la quieres visitar, no engaña a nadie. Las suntuosas procesiones esconden un
corazón que no cabe en el pecho de grande. En los desconchones se intuyen
figuras que hacen volar la imaginación, Castellanos si pudiera asomaría su
nariz disfrazado de cara de Bélmez, no se pierde una.
La sombra. Fue la
sombra lo primero que me llamó la atención. Esa masa sólida fantasmal apareciendo
sin ser invitada sobre la pared blanca. Es gris pero más oscura que el negro
manto. Reflejo o antítesis, esa sombra cubre lo bueno y lo malo, osa incluso
oscurecer el adjetivo “santa” de la semana en cuestión, con todo lo que esto
implica. En esa sombra caben dudas, miedos, errores, decepciones,
impertinencias, cobardías… pero esa sombra es también el paño que limpia la
ciudad a su paso, que purifica, que elimina el chorreón de Ketchup de la pajarita rosa.
El grafiti. Y sí,
ahí están las letras del grafiti, chupando cámara, incordiando, interrelacionando
con la Virgen hasta crear una tensión inaudita de la que las redes son la mejor
evidencia. José Antonio no es un artista urbano, no podemos juzgarlo como tal. El
cartel no necesitaba al mejor grafitero del mundo, necesitaba solo la
representación de un gallito de pelea adolescente que nos salga al paso, como
los que se reúnen en el cauce del río Guadalmedina los fines de semana, que pregone
que estamos vivos, hoy y aquí, que se enfrente a Ella con sus plumas de colores
y que salga derrotado delante de nuestras narices, convertido, dispuesto a firmar
con spray Su corazón traspasado, a gritarlo por todos los muros. Las letras no
tienen que ser ni mejores ni peores, son las que son, como es el que es el
prodigio de su corona, la que por cierto gustó cuando se presentó lo mismo que
ahora gusta la rotulación. Las letras chillonas hacen de sol de mentirijillas, acarician
la pena, atenúan el dolor. Si creéis que la Virgen de los Dolores es triste
poco la conocéis. Si acompaña en el dolor es porque es inmensamente feliz en la
alegría. Tanto se equivocan los que opinan que la Semana Santa es una fiesta
triste como los que piensan que el rigor supone un obstáculo a la felicidad. La
Semana Santa es una fiesta popular, carteles o grafitis son lo mismo, gritos
orgullosos de lo que se siente, sin vergüenza. Este cartel es un grito para
compartir, yo lo voy a gritar fuerte, más que nadie, así que tapaos los oídos.