Venciendo el enfermizo pudor
que me causa el mero hecho de plantearme que a alguien le interese mi opinión, que
se convierte en bloqueo al sopesar que se busque algo que no se encontrará, me
pongo manos a la obra escribiendo un post de este blog agonizante que tantas
satisfacciones me ha dado.
Voy a
hablar de la exposición “El Verbo Encarnado” que podemos ver en la
catedral de Málaga, de la que todos tenéis sobrada información y documentación
gráfica, además de vuestra propia opinión, que es lo importante, en ejercicio
de una libertad de la que todos gozamos por suministro del Verbo mismo.
En primer
lugar me gustaría confirmar que los planteamientos de los organizadores se han
cumplido con creces. Recuerdo en concreto que referían su intención de poner en
valor nuestra catedral, de descubrírsela a los malagueños, era consciente de
que la S.I.C.B. era una gran desconocida pero me ha sorprendido hasta qué
punto. Ha pasado de ser una iglesia por fuera, anecdóticamente inacabada (de
manquita nada), a ser un interior enorme, acogedor, sorprendente y bellísimo. Después
tenemos la alegría de ese rosario de visitantes ajenos al capillismo que ni van
a cultos ni de procesiones, quitando una o dos por año, porque esa función de
acercar lo religioso a la ciudadanía, a mis vecinos, es la primigenia finalidad
de las hermandades de Semana Santa. Tiene que entrarnos de una vez en la cabeza
que los santos y las procesiones no están pensados para nosotros sino para ellos.
Lo segundo
que quiero apuntar es reivindicar las obras como conjunto. Me sorprende que
habiendo otorgado total libertad a los artistas estos hayan creado un conjunto
armónico, o al menos unido por una serie de líneas que se cruzan de forma
secante o tangente, como si alguien o Algo los hubiera empujado a ponerse de
acuerdo. No solo el púrpura cardenalicio unifica la exposición (color que nos
ha servido para detectar una nueva variante de daltonismo, ya que unos lo ven
verde, para avanzar, o rojo, para detenerse). Apunto algunas ideas sobre este
particular:
Georges Braque - El pedestal (1921)
- La peana como
ofrenda. Muchos de los artistas han utilizado las peanas como síntesis de
unos cultos y empleado las flores como recurso. Basta plantarse ante mi Virgen
en su capilla o ante el Cautivo en San Pablo para observar que el devoto de
verdad, el de fe gorda y orgullosa, usa las flores cuando quiere que lo
escuchen con atención. Así se ven flores en las peanas del Rocío (Curro Claros),
de la Soledad de San Pablo (Francisco Naranjo), del Cristo de los Milagros
(Gabriel Rodrigo) o en la de la Reina de los Cielos (Pedro Alarcón).
Victor Vasarely - G. D. II. - 1965
- La peana como
trampantojo. Se habla mucho de la modernidad pero muchas peanas utilizan
este recurso barroco como medio expresivo. Así los diseños intentan desbordar
sus marcos o engañar al espectador con teatralidad. Evidentemente todos
estaréis pensando en la peana de La Piedad (Ángel Sarmiento) pero no es la
única, efectos 3D tenéis en la plataforma del Cristo de los Milagros, relieves de
ficticia orfebrería en la peana cubierta de exvotos del Cristo del Amor (Martín
España), ficciones de profundidad en los contraluces superpuestos del jardín acristalado
del podio de la Reina de los Cielos, los peces saltan entre las flores a los
pies del Cautivo (José Luis Puche) y la pericia hiperrealista del dibujo del
pedestal para Servitas de Fernando Prini casi puede sentirse al tacto.
Maestro I. A. M. de Zwolle (1470–1490)
- La peana como
símbolo de sacrificio y muerte. Es una de las cosas que antes me llamó la
atención, la omnipresencia del inevitable
final en un acto de celebración. No sé si es consecuencia de la huella que ha
dejado en todos la desgracia colectiva de la epidemia o una muestra de nuestra cualidad
para sublimar el sacrificio de Cristo como puerta a la mayor de las
felicidades. La sociedad se ha enfrentado a la muerte y en la medida de sus posibilidades
parece haberla derrotado, provisionalmente claro... Cristo sabe perfectamente
de lo que hablamos, así la muerte aparece desparramada a los pies del Redentor
(Pablo Cortés del Pueblo), como calavera de Adán abonando la cruz del Cristo de
la Agonía (Pablo Flores) -obsérvese como las imágenes se encuadran en marcos
que casi asemejan lápidas de nichos-, precisamente el cordero sacrificado es el
símbolo eucarístico elegido para el pedestal de Viñeros (José Carlos Torres) y
más muertos aparecen en la ventana al purgatorio de la peana del Chiquito, quien
los contempla multiplicando su mirada con infinita dulzura (José Antonio
Jiménez).
Marie Davidson – Working Class Woman (2018) Foto Etienne Saint-Denis
- La peana como
expresión artística de este tiempo pero aún más de este lugar. No creo que estemos
ante obras rompedoras ni vanguardistas, sí innovadoras desde el punto y
hora que los artistas no han rehuido enfrentarse a un encargo muy original con
valentía pero asumiendo los condicionantes de su función y del espacio expositivo. No es lo mismo pintar un toro de Osborne o una menina para exponer en la
calle y alimentar postureos en cuentas de Instagram que idear un pedestal en el
que ha de exponerse una imagen sagrada, imagen cuya devoción los artistas conocen
de primera mano como malagueños que son. Me sorprendió muchísimo como pueden ocupar el mismo espacio sin
solaparse pintores contemporáneos consagrados, diseñadores cofrades o creadores
aficionados a las cofradías. Es como si hubiera un hilo de cariño a esta
realidad que los acabara unificando, con independencia de que sus obras puedan
gustar más o menos. Así las peanas más pop retoman iconografías barrocas (Nicolás
de Bussy o Zurbarán), los dramatismos más arcanos del purgatorio se modernizan con
relojes y tatuajes consiguiendo un espacio intemporal pero real. Así lo que
debería ser revolucionario, el bestiario de un pavo real y un elefante sosteniendo
al Cautivo, en poco acaba difiriendo del academicismo del pedestal de bichos alegóricos
de Granda para el trono de la Expiración o la delicada belleza de la peana contemporánea
de La Puente (Federico Miró) tampoco dista mucho de las de madera que forman
parte del más austero ajuar del Nazareno del Paso y la Esperanza pero sustituyendo
el terciopelo por rico damasco carmesí pintado/tejido a mano.
No quiero
enrollarme más, pido disculpas a los artistas por no utilizar sus obras para
ilustrar este post, creo que con ello llamo a la curiosidad de los lectores y reivindico
el verlas in situ, son creaciones fugaces que están hechas precisamente para el
diálogo con las imágenes y el espacio expositivo.