Un buen día que consideró oportuno, el Dios encarnado ascendió al cielo y nos dejó por aquí solos de su humana presencia. Desde entonces, y a partir del escueto legado de un Dulce Nombre, lo representamos lo mejor que podemos a través de la escultura pero no sólo, lo buscamos a través de todas las bellas artes que pillamos por banda, sí, también la música, que puede ser incluso con la que más lo sintamos, donde nos toca la fibra. Por tanto el debate de qué música debe representar a Cristo no es ridículo, ni irrespetuoso, ni banal; es elevado, sincero y cariñoso. La madera con la que está hecho es también un instrumento.
En gustos cada uno es de su padre y de su madre pero en las hermandades compartimos Progenitores, así que no queda otra que votar para decidir. Por eso me gustaría felicitar a los archicofrades, a los perdedores y a los ganadores, por implicarse en su controversia sobre cuál deba ser la música del Nazareno de El Paso el Jueves Santo. Con independencia del resultado, votando han hecho algo grande. Con mayor o menor esfuerzo monetario todos han pagado a escote un regalo común, su corbata para el día del Padre, un cíngulo que los ata voluntaria y democráticamente unidos a Él.