Semana Santa, fiesta virtual, llamarla
recreación de lo ocurrido en Jerusalén hace dos mil años se nos quedaría corto.
Y lo es por partida doble, pues esta fiesta de la pasión y muerte de Jesús se
vive también virtualmente todo el año: en
cuanto acaba se virtualiza en la red. Al poco de resucitar el Señor ya
tenemos de nuevo procesión de teclas y olivo para celebrar su virtual entrada en
Jerusalén montado en un pollino a velocidad de conexión variable, según
contrato. No hablamos pues de simple nostalgia, la red social entreteje una Semana
Santa colectiva recreada con vivencias propias y ajenas, alimentada con los
limones cascarúos de una despensa inmensa de archivos de Internet. La fiesta acaba
y da paso a su realidad virtual, por la que navegamos mientras pescamos con nuestras
redes sociales favoritas, saludando educadamente a las hermandades de gloria y
a las salidas ordinarias o extra-ordinarias que encontramos durante la travesía.
Así,
cualquier día podemos decirle guapa a la Virgen si una amiga sube su foto; solidarizarnos
con los viacrucis ajenos o desenmascarar a Judas o Pilatos a través del enlace
compartido a un periódico digital. Poco a poco suben y descienden de la red,
como los santos varones, las fotos, los vídeos, las músicas compartidas que
completan, modifican y alteran la fiesta vivida convirtiéndola en una realidad colectiva,
como lo es la propia fiesta.
En esta celebración virtual notamos
la afinidad con los hermanos de nuestra cuerda de cíngulo pero comprobamos incluso
como la Iglesia
puede ser universal, no porque
sigamos a @Pontifex en Twitter, sino porque sentimos cercanos a los que viven
lejos.
Tampoco es todo bonito. Es
habitual que caigamos en la confusión de la sobre-información y que despistados
acabemos pidiendo la liberación de Barrabás. Lo virtual no nos exime de errores pero tampoco nos limita, al contrario,
promueve que se acaben estrechando manos o compartiendo sillas en un comedor, bancos
en una iglesia o asientos en un autobús.
Entre todos tejemos la red social
de la Semana Santa ,
el palio de malla de un sueño compartido en grupo que caduca justo cuando
vuelve a empezar. Que nadie reniegue de las redes sociales. Afortunados todos aquellos
que crean, o confíen, en los demás sin ver. Lo virtual ha venido a sumar, no a restar.
Está aún lejos la próxima desvirtualización
de la Semana Santa ,
nuestro despertar tras un año de espera hibernando en la realidad soñada. A veces las ilusiones depositadas
son tantas que se sufre una momentánea decepción, como ocurre en los primeros
encuentros de las quedadas, pero ese desajuste entre lo real y lo virtual dura
poco, pronto la Semana Santa
empezará a hacer de las suyas, nos transformará y nos limpiará el disco duro como
el mejor de los antivirus.
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