viernes, 24 de mayo de 2013

LA FIESTA VIRTUAL


Semana Santa, fiesta virtual, llamarla recreación de lo ocurrido en Jerusalén hace dos mil años se nos quedaría corto. Y lo es por partida doble, pues esta fiesta de la pasión y muerte de Jesús se vive también virtualmente todo el año: en cuanto acaba se virtualiza en la red. Al poco de resucitar el Señor ya tenemos de nuevo procesión de teclas y olivo para celebrar su virtual entrada en Jerusalén montado en un pollino a velocidad de conexión variable, según contrato. No hablamos pues de simple nostalgia, la red social entreteje una Semana Santa colectiva recreada con vivencias propias y ajenas, alimentada con los limones cascarúos de una despensa inmensa de archivos de Internet. La fiesta acaba y da paso a su realidad virtual, por la que navegamos mientras pescamos con nuestras redes sociales favoritas, saludando educadamente a las hermandades de gloria y a las salidas ordinarias o extra-ordinarias que encontramos durante la travesía.

            Así, cualquier día podemos decirle guapa a la Virgen si una amiga sube su foto; solidarizarnos con los viacrucis ajenos o desenmascarar a Judas o Pilatos a través del enlace compartido a un periódico digital. Poco a poco suben y descienden de la red, como los santos varones, las fotos, los vídeos, las músicas compartidas que completan, modifican y alteran la fiesta vivida convirtiéndola en una realidad colectiva, como lo es la propia fiesta.

            En esta celebración virtual notamos la afinidad con los hermanos de nuestra cuerda de cíngulo pero comprobamos incluso como la Iglesia puede ser universal, no porque sigamos a @Pontifex en Twitter, sino porque sentimos cercanos a los que viven lejos.

Tampoco es todo bonito. Es habitual que caigamos en la confusión de la sobre-información y que despistados acabemos pidiendo la liberación de Barrabás. Lo virtual no nos exime de errores pero tampoco nos limita, al contrario, promueve que se acaben estrechando manos o compartiendo sillas en un comedor, bancos en una iglesia o asientos en un autobús.

Entre todos tejemos la red social de la Semana Santa, el palio de malla de un sueño compartido en grupo que caduca justo cuando vuelve a empezar. Que nadie reniegue de las redes sociales. Afortunados todos aquellos que crean, o confíen, en los demás sin ver. Lo virtual ha venido a sumar, no a restar.

Está aún lejos la próxima desvirtualización de la Semana Santa, nuestro despertar tras un año de espera hibernando en  la realidad soñada. A veces las ilusiones depositadas son tantas que se sufre una momentánea decepción, como ocurre en los primeros encuentros de las quedadas, pero ese desajuste entre lo real y lo virtual dura poco, pronto la Semana Santa empezará a hacer de las suyas, nos transformará y nos limpiará el disco duro como el mejor de los antivirus.


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