sábado, 6 de junio de 2015

MAD MAX Y EL CORPUS CHRISTI

Aún con resaca por el derroche de adrenalina de “Mad Max: Furia en la carretera” (George Miller, 2015). Película de velocidad trepidante, llena de violencia primaria, de la buena por falsa, por tanto sin consecuencias morales, en la que unos casisupervivientes buscan frenéticamente y a todo motor a través del desierto lo que una vez perdieron: la redención (sí, así como suena).

Sin querer entrar en más profundidades, en medio de este millonario monumento popular a la diversión proyectado en dos dimensiones, lleno de imágenes impactantes que dejan huella, aparece una en concreto que me llamó poderosamente la atención y que quiero traer aquí: la de un deforme guitarrista motorizado que pone banda sonora a la persecución con su flamante punteo distorsionado y ultra-amplificado.


            ¿Por qué traigo a este blog este tema? Porque hubo un tiempo en que la Iglesia se encargaba de estos menesteres de masas, de estos espectáculos que sobrecogían al personal. Hubo un tiempo en el que la peli de Mad Max era la fiesta del Corpus Christi. Celebración a la que se rindió en cuerpo y alma toda la artillería barroca, llenándola de ruedas, de excesos, de efectos imposibles y de cinematográfica teatralidad. Toda la magnificencia imaginable y costeable al servicio del culto público a un poquito de Pan consagrado. Aún se conservan en algunas ciudades y pueblos vestigios, más decorativos que otra cosa, del antiguo esplendor, pero ya sin el factor sorpresa de unas fuentes que un día al año manaban vino y emborrachaban de fe.

            Traigo a Mad Max y a su guitarrista ambulante porque el otro día encontré esto: un órgano procesional que rodaba por las calles de este valle de lágrimas sobre los autos de los cortejos del Corpus, concebidos más como autos sacramentales que como procesiones. Sones de Iglesia recorriendo ciudades vestidas de cielo para la celebración de una Alianza, un Contrato Unilateral único e inaudito, en el que el mismo que paga el precio entrega la cosa, el precio es un sacrificio mortal y la cosa nuestra redención. Un contrato no sujeto a condición ni a plazo y que para colmo se actualiza a diario, en cada misa, hasta el fin de los tiempos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario