lunes, 14 de septiembre de 2015

POSTGÓN



Mi arco iris negro atravesó un prisma cristalino de agua pura, una gota condensada sobre una flor del Jardín de los Monos, y proyectó un chorro de luz blanca tan cegadora que no pude repelerla con las gafas de mercurio de mi apatía.

Mi mente negra viajó en la catedral del tiempo y con ella la Señora de mis amores, que dejó de ser la Viuda al pie de la cruz para teletransportarse en radiante Niña casadera.

Hoy que la paloma del Espíritu Santo aún picotea granos de arroz por las aceras, que las alcantarillas de la ciudad purifican su hedor con agua de rosas, que el eco de los cohetes se fija en resonancias magnéticas custodiadas en el archivo de milagros de una Enfermera de la Cruz Verde, hoy que la música aún acompasa el ritmo de los corazones con agujetas por tanto latir y que la pesada losa de los piropos y los besos sepulta para siempre los muertos aspavientos, hoy, con resaca de bebida blanca, quiero postgonar que mi Señora del Puente sonrió como nunca, animada por el resplandor de los flashes de los móviles de una morillera, y que como señal victoriosa lloró de alegría gotas de rocío con las luces del alba.

Puentiferario, que no se había visto jamás en otra semejante, está feliz y estará por siempre eternamente agradecido, por eso lo proclama públicamente para que conste.


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