Quiero romper una lanza por
el Cristo de la Sangre
de Málaga. No es la lanza de Longinos, más quisiera, esa lanzada postmortem y
su tormenta perfecta de sangre y agua no pueden ya remediarse. Es otra la lanza
que rompo, la lanza de la escasa justicia artística reconocida a una imagen
sobresaliente.
Paco Palma
sabía lo que se hacía. En 1938, antes casi de ser imaginero, ya había entregado
el Cristo de los Milagros. En 1941 demostró que dominaba con soltura las depuradas
formas del mejor barroco con el coetáneo Cristo de la Buena Muerte. Por tanto fue la
libertad creativa y expresiva de Palma la que parió al Cristo de la Sangre. Palma Burgos
sabía lo que se hacía porque era hijo de su padre, Palma García, quien había
revolucionado la escultura en madera con su novedosa y devota imagen de la Piedad. Palma Burgos
no era de los que se andaban con remilgos cuando quería y le dejaban, realizaría
imágenes sorprendentes como el Cristo de la Noche Oscura de Úbeda (1966).
En este
punto pido que antes de enjuiciar la hechura de la obra acudan al próximo Museo
Jorge Rando, que se dejen sorprender por las esculturas expresionistas de Ernst
Barlach (1870-1938) que, ya por poco tiempo, llenan de genialidad sus salas. Parece
escrito por el destino, allí verán un Crucificado y una Piedad (conformando un
mágico triangulo Mercedarias-Capilla del Molinillo-San Felipe Neri) y además encontrarán
un nuevo parámetro para mirar al Cristo
de la Sangre a
los ojos cerrados distinto del manido neobarroco.
Viendo las
obras primarias y expresionistas de Barlach el Cristo de la Sangre cobra sentido, a
pesar de encontrarse estilística, cultural y geográficamente muy distante. Se
comprende la geométrica tensión muscular de sus brazos, la letra “Y” que dibuja
el rigor mortis de su cuerpo en la cruz, componiendo, más que copa jansenista, un
tirachinas que lanzara su cabeza al mundo, no hay lanza ni centurión que puedan
con el escudo de esa titánica fortaleza después de muerto, se comprenden esas
manos como ganchos que parecen arañar el aire o agarrar la vida (Picasso las
pintó parecidas cuatro años antes en su Guernica), también esas guedejas de
pelo que resisten en formación, como un casco, al viento de guerra que sopla en
el Calvario….
El Cristo
de la Sangre
derrocha personalidad a pesar de la sombra enorme que le hace su enorme trono,
a pesar de su grupo de misterio con caballo de tiovivo que hunde su santa cruz en
la tierra con cada relincho (sin incluir, el clasicismo indiscutible de su
Madre Dolorosa al pie de la cruz).
Este
viernes podré contemplar al Cristo de la Sangre al margen del trono y grupo que le tocó en
suerte, imaginaré la posibilidad de que le hubieran tocado mejores cartas en la
partida de siete y media que juega con el mundo, mejor sota, caballo y trono, soñaré
un grupo y un paso a su expresionista semejanza, como llevo soñando otro tanto
para su modernista Madre y Vecina Virgen de la Piedad.
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