miércoles, 10 de febrero de 2016

ROMPO UNA LANZA


Quiero romper una lanza por el Cristo de la Sangre de Málaga. No es la lanza de Longinos, más quisiera, esa lanzada postmortem y su tormenta perfecta de sangre y agua no pueden ya remediarse. Es otra la lanza que rompo, la lanza de la escasa justicia artística reconocida a una imagen sobresaliente.

            Paco Palma sabía lo que se hacía. En 1938, antes casi de ser imaginero, ya había entregado el Cristo de los Milagros. En 1941 demostró que dominaba con soltura las depuradas formas del mejor barroco con el coetáneo Cristo de la Buena Muerte. Por tanto fue la libertad creativa y expresiva de Palma la que parió al Cristo de la Sangre. Palma Burgos sabía lo que se hacía porque era hijo de su padre, Palma García, quien había revolucionado la escultura en madera con su novedosa y devota imagen de la Piedad. Palma Burgos no era de los que se andaban con remilgos cuando quería y le dejaban, realizaría imágenes sorprendentes como el Cristo de la Noche Oscura de Úbeda (1966).

            En este punto pido que antes de enjuiciar la hechura de la obra acudan al próximo Museo Jorge Rando, que se dejen sorprender por las esculturas expresionistas de Ernst Barlach (1870-1938) que, ya por poco tiempo, llenan de genialidad sus salas. Parece escrito por el destino, allí verán un Crucificado y una Piedad (conformando un mágico triangulo Mercedarias-Capilla del Molinillo-San Felipe Neri) y además encontrarán un  nuevo parámetro para mirar al Cristo de la Sangre a los ojos cerrados distinto del manido neobarroco.

            Viendo las obras primarias y expresionistas de Barlach el Cristo de la Sangre cobra sentido, a pesar de encontrarse estilística, cultural y geográficamente muy distante. Se comprende la geométrica tensión muscular de sus brazos, la letra “Y” que dibuja el rigor mortis de su cuerpo en la cruz, componiendo, más que copa jansenista, un tirachinas que lanzara su cabeza al mundo, no hay lanza ni centurión que puedan con el escudo de esa titánica fortaleza después de muerto, se comprenden esas manos como ganchos que parecen arañar el aire o agarrar la vida (Picasso las pintó parecidas cuatro años antes en su Guernica), también esas guedejas de pelo que resisten en formación, como un casco, al viento de guerra que sopla en el Calvario….  

            El Cristo de la Sangre derrocha personalidad a pesar de la sombra enorme que le hace su enorme trono, a pesar de su grupo de misterio con caballo de tiovivo que hunde su santa cruz en la tierra con cada relincho (sin incluir, el clasicismo indiscutible de su Madre Dolorosa al pie de la cruz). 

            Este viernes podré contemplar al Cristo de la Sangre al margen del trono y grupo que le tocó en suerte, imaginaré la posibilidad de que le hubieran tocado mejores cartas en la partida de siete y media que juega con el mundo, mejor sota, caballo y trono, soñaré un grupo y un paso a su expresionista semejanza, como llevo soñando otro tanto para su modernista Madre y Vecina Virgen de la Piedad.

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