Pintor nacido en mi tierra con el
pincel extranjero, pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos, aunque
la Virgen sea Blanca, haga usted el favor de pintarme un ángel negro, que digo
yo que también se irán al cielo todos los negritos buenos.
Y poyaque estamos en faena, estaba
yo cavilando, pintor de santos de alcoba, que si tienes alma en el cuerpo
podías por el mismo precio diseñarme para la Virgen de los Negros, la que reina
en el cielo rodeada de angelitos, algo que le recordara que, antes de andar por donde
ahora anda, este planeta habitaba, para que nos tenga presentes a aquellos con los
que caminaba, hijos de su misma especie, con alguna excepción reciente que hasta a bicho malo huele.
Se disfrazó
la musa de devoto contratante, Juan Miguel se puso manos a la obra, pintó primero
el ángel negro, no por cumplir el contrato, era blanco y en botella que los
negros van al cielo (desde el Mediterráneo a miles, lo había visto por la tele)
y después de mucho pensar cumplió con el grato poyaque, dibujó una saya con un rosal, porque es la flor del paraíso,
para la Reina de las flores y de remate Rosa Mística, pero lo más importante, en
el filo de la falda, a ras del par de pies santos, no pintó grecas geométricas,
hojas de acanto, ces ni eses, sino que dibujó para que le
bordaran, y así las sandalias manchara, la tierra arada de donde el rosal brotaba, la tierra que Ella en su
día pisara y por la que nosotros vagamos hasta que llegue la hora.
(Souvenir de una tarde con amigos en Sevilla comprado con el
marfil de una muela)
A José Mª Garrido.
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