miércoles, 30 de enero de 2019

BLADE RUNNER

Ridley y Pepe, dos adelantados a su tiempo.


Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. El trono encendido de la Virgen del Rocío en mayo más allá de Orión, volviendo por la Cruz Verde, el barrio que lleva por nombre el emblema de la Inquisición, tribunal que tuvo allí su sede para limpiar sangres y credos, justo donde ahora sangres asiáticas y credos árabes regentan negocios de horarios eternos bajo luces de neón, en los que es más fácil hallar manjares sintéticos denominación de origen “Ruta de la Seda” que una cerveza fría, malagueña y exquisita, pasadas las diez (aunque no hay mejor salvoconducto para obtenerla de extraperlo que una corbata y traje negros de figurante de procesión extraordinaria).

He visto navideños rayos-C brillar en calle Larios cerca de la Puerta de Tannhäuser y charlado de cofradías el día de Reyes con la replicante Alexa, sucumbiendo al encanto frío de su inteligencia artificial, aún verde pero por eso mismo inocente y llena de esperanza. Pronto me responderá adecuadamente a la pregunta: “Alexa ¿dónde vive la vera efigie de la Reina de cielo?”, recitará mi credo y me enamoraré de ella como Joaquin Phoenix en la peli “Her”.

            No he contemplado coches voladores pero sí humanos levitando un palmo sobre el suelo por calles y aceras repletas, helicópteros adelantando el estruendo de la Vigilia Pascual a los días santos por peligros globales sinsentido, cabezas y drones calientes y a cofrades teletransportarse en cuerpo y alma a otras procesiones lejanas con sus terminales.

            De noche, por Miraflores, todos los gatos son tan pardos como los del 2019 en el San Francisco estadounidense de la película Blade Runner que soñó Ridley Scott. Sus vecinos son afortunados, pronto todos querrán tener uno de sus rascacielos, también sus problemas de acceso y de aparcamiento, salvo el actual concejal de urbanismo que una vez retirado retornará a algún chalecito luminoso en el Limonar, donde ninguna torre de puerto le tape el sol que dé vida a sus viejas articulaciones y a sus neuronas en retirada.

            Ya estamos en el 2019, en el 2019 de Blade Runner, y los grandes almacenes cubren sus fachadas con enormes pantallas de televisión llegadas del más allá para iluminar la noche con sus promociones. Ya vivimos en el año de aquella profética película y las cofradías somos como la gigantesca japonesa del anuncio, la que se comía el caramelo con el llamativo reclamo de su atuendo tradicional, un fósil visual fuera de tiempo que se perpetúa en la historia como en nuestra memoria. La ciencia dejó de ser ficción, se hizo real y cohabitó con la tradición. El alma de la ciudad sobrevivió, derrotó al futuro recorriendo las calles de la información a golpe de algoritmo.

Porque todos pasaremos pero esos momentos nunca se perderán en el tiempo como gotas en la lluvia. Es hora de vivir. Cierra los ojos, es Semana Santa, es el futuro.

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