Es para mí todo un reto ser
bloguero cofrade. Puentiferario está construido sobre un río seco con los
palillos de dientes de un sinfín de contradicciones que combaten inestables.
Pretendo al
escribir agitar al personal pero no consigo muchas veces ni despertarme a mí mismo. Quiero que todo cambie pero que en esencia se mantenga, es decir, que ni
Dios sabe bien lo que realmente quiero. Desecho continuamente ideas porque
pueden resultar ofensivas aunque asumo que para decir lo de siempre, y como
siempre, mejor desmontar y callar. Trato de opinar sobre lo bueno a sabiendas
de que sin una puyita de vez en cuando lo bueno se juzga como adulación. Por
supuesto no es de recibo hablar mal de otras hermandades cuando no hago lo
propio con la mía, y de la mía no voy a referir en un blog lo que no cuento en
un cabildo.
En
realidad, como aquél, yo estaba aquí para hablar de mi Virgen, sin embargo no
lo hago para no parecer cansino, otras lo descarto por temor: cualquier día la
cago bien cagada y no quiero que ni una mota de polvoferario empañe el cristal
de su capilla. Si hablo de la
Semana Santa de Málaga creo que no intereso a mis amigos sevillanos,
si hablo de lo suyo me meto donde no me llaman.
Cuando detecto
mi beligerancia en ciertos temas me contengo para no imponer mi criterio, soy
cabezón pero llego a la conclusión de que la Semana Santa no es
mía, afortunadamente para la Semana Santa.
Cuando me llevan los demonios, algo bastante habitual, con lo que eso me
inspira… les corto el rollo a base de valeriana para parecer ligero. Busco como
un minero pepitas de chistes bajo las piedras para ser simpático aunque tenga un
humor de perros. Cuando doy rienda suelta a mis creencias me avergüenzo, todos
tienen (o no tienen) las suyas y no van por ahí pregonándolas. Si me pongo
místico no quiero escribir un sermón, si metafórico no quiero que parezca un
poema. Lo de dármelas de erudito sin serlo no tiene perdón de Dios. Escribo
cada post como si fuera el último y así, con este plan, llevo 143 con éste.