miércoles, 3 de febrero de 2016

CONTRACORRIENTE



            Siento pena por la flor exótica importada, confiada en su amniótico invernadero, ignorante de que será pronto flor cortada y cara, vida sesgada.

            Me compadezco con las injusticias de los artesanos, quitándose horas de sueño y de televisión para poder entregar sus encargos de oro y plata en plazo. Las cofradías tiranas no perdonan, y seguro que hasta pagan mal.

            ¡Pobres abejas polinizadoras sin hogar! Sus colmenas destrozadas, sus celdas convertidas en escombros de fundición de cera virgen.

            Las nubes de incienso me recuerdan la niebla en la carretera, encima estoy resfriado y no huelo.

            Confundo los bombos de las bandas ensayando con los truenos de la tormenta del viernes. Vibran los cristales con esa marcha que se pondrá de moda como con el terremoto.

            ¡Clama al cielo ver esos estampados de la ropa de la sección de señora! Reclamos de colores chillones desaprovechados, escondidos como los escotes bajo los abrigos por el relente previsible del inmediato Domingo de Ramos!

            ¡Y esos niños de Dickens formando cola para hacerse el capirote una fría tarde de febrero…! ¡Se me parte el alma! 

            Te lo ruego Semana Santa, no vengas todavía, dame un poquito de tiempo. Demórate aunque sea media luna, que los altos instintos y las bajas pasiones hibernan aún en su madriguera, que los sentidos aún duermen junto a la estufa apagada, que aún no soy lo suficientemente niño, que aún no tengo la suficiente fe, que más que puente soy salmón contracorriente.

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