Andaba meditabundo, el “Rostro
de la Misericordia” corría el riesgo de convertirse en meta volante de un ciclo
de progresivo desapego a lo cofrade por parte del que suscribe, no sería el
primero. Por más que repasaba las obras de misericordia me costaba trabajito
encuadrar alguna en el despadre de un besapié colectivo. Bastante tenía yo con
asumir que había desaprovechado mi misericordia de todo un año para no pagar mi
frustración con las cofradías a las que dedico este mi blog. Esperaba que las
hermandades lavaran un poco mi caradura haciendo algún gran acto exhibicionista
de misericordia, de misericordia de la buena, de la de sacar pecho. Cargarle el
mochuelo una vez más al rostro de Dios me parecía una manera ostentosa de
cubrir el expediente besando por la tangente, induciendo incluso a la confusión
al presentar a la veneración todos los cristos simultáneamente como si no
fuera en realidad Uno, o como mucho Trino, el Rey del Cielo (problema agravado
por el hecho de que en Málaga muchas cofradías comparten un mismo templo). Me
recreaba en el purgatorio de los puestos de lotería, en los flagelos de los
flashes, en las inevitables comparaciones entre montajes... Todo esto, y más
que no digo, me confirmaba la idea de que encuentran más respeto reverencial las
imágenes en los museos que en unas iglesias convertidas en teatro de variedades
por encargo (ahí está el imponente apostolado del Cristo de Ruiz Montes para
demostrarlo). Para colmo, el regalo venía bien anudado con el lazo de la
repercusión turística del magno simulacro, como si ésta fuera un fin en si
mismo y no una agradable consecuencia.
Estas cosas
la rumiaba puente adentro, sin abrir el pico, para no quebrar con mi cinismo
las ilusiones ajenas. Espero retirarme antes de convertirme en aguafiestas que echa
por tierra las buenas o regulares intenciones. La mía era aceptar
deportivamente que me había hecho viejo en un mundo de jóvenes que ven las
cosas de otro modo, pues la alternativa de que el joven fuera yo y lo cofrade
un fenómeno caduco aunque me gustaba no cuadraba con la fecha de mi DNI. Lo
cofrade sabe mutar al compás de los tiempos para sobrevivir, es inevitable que
vaya dejando muertos resucitables por el camino.
Con la
cuestión clara para evitarme decepciones inicié ruta en familia el viernes por
la tarde, sin contar con una eventualidad, la de mi reacción al encontrarme
frente a los toriles de la divinidad, y sí, pasó lo que tenía que pasar, me
volvieron a camelar, sucumbí como un pelele, caí en la trampa, amor al primer
beso, precisamente sobre la mano del Señor sin nombre que vive recostado en el
Molinillo, detrás la Virgen de la Piedad contenía su sonrisa, me di cuenta. En
fin, que todo continuó conforme a lo previsto:
Recalculando ruta. Recordando. Actualizando
emociones gastadas. Siga recto o gire donde quiera. Déjese llevar por esa
corriente que lo arrastra por el río seco hasta el mar, no ponga barreras
viejunas. Comparta sus creencias y el amor por su ciudad con su familia, que la
tiene y es la mejor del mundo. Observe ese niño que no se atreve a besar a un cristo
muerto porque es Cristo y está muerto. Siéntase orgulloso de su cofradía
contemplando al Hijo de su Madre como nunca lo ha había contemplado. Apriete fuerte el
nudo marinero en el estómago de estar frente al Cautivo. Haga la vista gorda a
las iglesias sobrepobladas de habitantes de redes sociales con los que comparte
más de lo que piensa. Déjese llevar por la fuerza incomprensible de algo que
hace presente la divinidad en este mundo. Comulgue con un beso de lo que se
come y se bebe, da igual que nunca haya sido muy sacramental del besuqueo, precisamente
ese beso lleno de microbios de los que le protegerá el Cristo de la Salud le hará sentir que
es partícipe y no curioso. Compense los excesos de albacería con los que se
quedaron cortos, los aciertos con los errores hasta obtener un resultado
positivo. Si se lo piden y no hace daño a nadie ayude a enhebrar camellos por el
ojo de una aguja. Brinde en cuanto su vaso esté medio lleno. Siéntase
moderadamente joven. Celebre que una imagen y lo que representa flotará en su
tempestad más que mil palabras.