Empecé
por la cola y con faraona, detrás de un Hijo y su Madre que se llevaban unos
tres siglos de historia del arte y compartieron treinta y tres años justos de vida. Desde mi
posición se resumían en un tronco de madera con ramas perpendiculares como
travesaño y un manto negro liso que limitaba por abajo con claveles rojos y por
arriba con un resplandor dorado. Eran mi único referente visual sobre el eterno
cajillo provisional. Al paso las casas de ambos lados de la calle se convertían
en mis orejeras para mirar siempre de frente, como esos arreos que se les ponen
a las bestias de carga para avanzar sin distracciones. Feliz como el pollino en
Domingo de Ramos, iba cargado como una mula en vacaciones recordando otro trono
portado en duro horario laboral mucho más pesado.
Todo muy
simple hasta que avanzando por Molina Lario apareció la señal, la mía, como
vosotros encontraréis la vuestra si la buscáis. Encima del bendito sobaco
surgió reluciente como una tercera potencia mundial del Señor, junto al sol del
atardecer y la luna de Parasceve, un cometa, Hale-Bopp se llamaba, y, que pille
el virus si os miento, me acompañó hasta ocultarse tras las imponentes siglas
de la S.I.C.B. (cuando hace un siglo era mucho más grande que ahora por ser estación
de destino y salida y no paso a nivel con barreras).
Dice la
Wikipedia que mi cometa arrastraba una cola de sodio, después supe que iba sembrada
de cardos y azucenas, y también una nube de supersticiones con malos presagios
que eclipsaban su belleza. Buscando documentación para mis metáforas baratas
descubro un dato que me facilita el trabajo (porque no hace falta imaginar,
solo observar las reglas de este mundo para encontrar el debido tono lírico): dicen
los astrónomos de la Wikipedia que este cometa cofrade podrá volver a verse este
año 2020, por supuesto desde grandes telescopios porque está la cosa
verdaderamente difícil de ver con lo de la pandemia. Os informo de este dato
crucial por si alguno quiere encontrarlo, como yo lo encontré aquel año a
través del catalejo del varal hueco del trono, y seguir su estela, no un año,
sino mientras los huesos, y los que se escriben casi igual cambiando una letra
S por una V, aguanten.
Yo ya no
necesito cometas, voy con mi punzón negro haciendo agujeros en cuanto cae la
noche, buscando destellos de luz del más allá o estrellas de papel de aluminio
dependiendo del año, del día o de la hora. He arrastrado por esa senda celeste de
gases luminosos a los que más quiero en este mundo, no sería justo privar a los
demás de ese orgullo. Así que, hermano, si escuchas al leerme a la campana dar
dos toques, no te resistas y al tercero ¡ale hop! que suena a nombre de cometa.
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