jueves, 20 de diciembre de 2012

EL CASTILLO LASTRUCCI ZAMORANO

     Resulta cuanto menos curioso, que exista un importante escultor, desconocido por estos lares, que ocupó en la Zamora del siglo XIX idéntico papel al que desempeñaría después Antonio Castillo Lastrucci en Sevilla (1882-1967). Este imaginero se llama RAMÓN ÁLVAREZ (1825-1889).

          Cuando hablo de coincidencias me refiero al revulsivo que supuso para la Semana Santa zamorana la irrupción de sus misterios procesionales, pues dinamizaron una fiesta que no vivía sus mejores momentos.

          Al igual que Castillo, Álvarez tampoco fue un escultor innovador, se aplicaba en conservar patrones estéticos de la imaginería barroca con una muy depurada técnica. Sus pasos bebían de referentes como los ideados por Gregorio Hernández en Valladolid y tipos femeninos heredados de Mena en Málaga. Sin embargo, introdujo el gusto por una nueva teatralidad, por lo anecdótico en los personajes secundarios en medio del sufrimiento y recreó momentos de la Pasión hasta aquel momento inéditos. Todo esto hizo surgir una nueva inquietud en el cofrade zamorano que fue posteriormente satisfecha por alguno de sus discípulos, como Aurelio de la Iglesia (Elevación de la Cruz, 1898), Miguel Torija (El Prendimiento, 1897), Ramón Nuñez (La Vuelta del Sepulcro, 1927 y La Sentencia, 1926) o el mismísimo Benlliure, también discípulo de Álvarez (El Descendido, 1926).

          Y todo ello sin dejar de mencionar la revolución de sus imágenes marianas, convertidas casi de inmediato en auténticos iconos devocionales, como Nuestra Madre de las Angustias (1879) o la sublime Virgen de la Soledad (1886).

          Ilustro el post con fotos antiguas de la Fundación Joaquín Díaz, ideales para vivir unos recuerdos que no son nuestros. 


El Descendimiento, 1857-1859. 


La Caída, 1866-1878. 


La Lanzada, 1868. 


La Crucifixión, 1880-1885. 


Nuestra Madre de las Angustias, 1879. 


Virgen de la Soledad, 1886. 


Benlliure. El Descendido, 1926. 


Ramón Núñez. La Vuelta del Sepulcro, 1927. 


Ramón Nuñez. La Sentencia, 1926. 


Aurelio de la Iglesia. Elevación de la Cruz, 1898.


Miguel Torija. El Prendimiento, 1897.

4 comentarios:

  1. En el misterio de la Caída me temí lo peor. Casi al momento, Roderico, un cofrade zamorano, confirmó mis temores. "El Niño de los clavos" es otro de esos extraños sayones que nos provocan indefinidos horrores. Es cierto que en sus pasos de misterio las imágenes secundarias adquieren su particular protagonismo. Este "Niño" ya es un muchachito, pero recuerdo que en la película de Alice Guy "Nacimiento, vida y muerte de Cristo" se ven niños correteando por el Gólgota.

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  2. Hachita, en la foto no se aprecia pero el niño se ríe contemplando la escena. Creo que no estamos ante un mero contrapunto teatral o anecdótico. El escultor quiso que tuviéramos presente la realidad del mal y que éste perdurará en el tiempo.

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  3. Estupenda observación, Puenti.
    Encarnar el mal en un hermoso jovencito demuestra la carga de profundidad que el imaginero le otorgó a la escena.

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