lunes, 9 de diciembre de 2013

PRIMEROS AUXILIOS

   
Cruz Roja Puentiferaria
Superada la adolescencia, el joven cofrade malagueño llega al doloroso convencimiento de que su Semana Santa ha mamado de la Semana Santa sevillana. Esta asimilación es traumática y viene acompañada de una serie de síntomas muy aparatosos, tales como convulsiones, espasmos, espumarajos, pérdidas de conocimiento e incluso autoagresiones, sobre todo cuando el niño ha sido educado en un acendrado malagueñismo por padres en exceso cuaresmeros y ha tenido libre acceso a algunos medios de comunicación cofrade desde su más tierna infancia.

No hay que preocuparse, hablamos de un proceso madurativo natural que no debería traer más consecuencias. El malagueñito concluye por si mismo que su Semana Santa, la que presencia cada año, la que considera mejor del mundo, la única e incomparable a cualquier otra, no es más que la consecuencia de una exitosa adaptación a principios del siglo XX, por parte de la burguesía malagueña, de la tradicional fiesta barroca a unos parámetros consolidados algo antes, durante el siglo XIX, por la Semana Santa sevillana. Málaga reformuló la fiesta conforme a los tiempos, hizo su Semana Santa más extrovertida, más atractiva hacia el exterior, más espectacular, sí, más turística.

El joven cofrade tiene que reencontrase y aceptar que algunas de las premisas de su malagueñismo son justo lo contrario, que las que tenía por cofradías más malagueñas en realidad serían las primeras sevillanas, pues se anticiparon en los años veinte modernizando sus cortejos, siguiendo las nuevas corrientes del procesionismo, en su mayoría hispalenses. Es duro afrontar que hasta aquella reformulación, con un mayor o menor grado de ostentación, la Semana Santa de Málaga poco habría de diferir de la actual procesión de Servitas. Este fenómeno fue nacional, venía gestándose ya desde la centuria anterior, y fue propiciado por la situación sociopolítica, como lo son todas las cosas.

 El maletín de Primeros Auxilios debe estar en lugar siempre visible

Vistos los primeros síntomas deben emplearse de inmediato los remedios de nuestro maletín de primeros auxilios, en caso contrario el joven cofrade puede quedarse colgado de un resentimiento sin fundamento a lo sevillano que lo llevará a tirarse piedras a su propio tejado y a portar un capirote de complejo de por vida con una hipersensibilidad por lo anecdótico (como por ejemplo escandalizarse porque el guión corporativo se lleve al hombro por un digno representante de la hermandad y no porque se haya contratado a alguien extraño a la cofradía para que lo lleve presentado). Cabe también otra desfavorable evolución, es la de que el joven cofrade acabe desubicado, renegando de su Semana Santa y asumiendo la hispalense como la suya, mejor dicho, como la única a tener en consideración, un fenómeno globalizador que está haciendo estragos en la Semana Santa a nivel nacional.

            Empecemos. Es conveniente poner algo en la boca que evite que el cofrade en pleno arrebato se muerda la lengua (la lengua es muy importante para el cofrade). Mientras se le inmovilizan ambas extremidades se le masajeará decididamente en uno y otro hombro, alternativamente. El masaje provocará inmediatamente un pensamiento reflejo, el de que en Málaga no empleamos el costal, que seguimos fieles a nuestra tradición horquillera de cargar al hombro (hasta el punto que llevar los pasos como se han llevado toda la vida de Dios en todos los sitios se le haya acabado llamando portarlos “a la malagueña”)

Cruz Roja de la Divina Enfermera

Lo anterior hará que el cofrade se tranquilice algo y que deje de proferir maldiciones (en el desvarío del trastorno mental transitorio pueden ser incluso de temática futbolística o política). Es el momento de imponerle la medalla de su hermandad (antes no, pues podría intentar ahorcarse con ella). El enfermo asumirá así su sentimiento de pertenencia. Poco de sevillanismo puede haber en unas hermandades implantadas en Málaga por más de cinco siglos, conformadas secularmente por malagueños que han hecho frente al listado de calamidades más inimaginable, perdiéndolo todo en más de una ocasión, hasta la vida, por sus titulares. Hermandades malagueñas que han ido mutando conforme se transformaba su ciudad, según lo que ésta en cada momento necesitaba, anteponiendo, como es sabido, la ayuda al prójimo al culto público.

Cuando el cofrade deje de llorar es conveniente una limonada, de limón cascarúo por supuesto, con su poquito de sal o bicarbonato. Las sales le harán ver que más que imitación a la capital del Guadalquivir hubo inspiración, es cierto que se importaron algunas formas pero lo fueron readaptadas a la propia idiosincrasia del pueblo malagueño. Ninguna Semana Santa parte cero, todas se construyen bajo normas litúrgicas y corrientes artísticas y sociales. Este mimetismo fue además generalizado, incluso dentro de Sevilla, las aportaciones más exitosas de algunas cofradías acababan implantándose en las demás, por ejemplo, era absolutamente lógico que los postulados novedosos y populares de Juan Manuel Rodríguez Ojeda se extendieran como la pólvora, por Sevilla y todo el entorno cofrade andaluz.

            En este punto es conveniente encender un poco de incienso, humo purificador y en este caso medicinal, que procedente del lejano Oriente permite asimilar al cofrade la amalgama de conexiones extrañas que habitan en la fiesta. El exotismo del aroma facilita la conexión de nuestra Semana Santa con lo foráneo, se huelen las ingentes influencias granadinas, las cordobesas, incluso las castellanas y las levantinas, hasta del cortejo civil y militar más propio de otros desfiles, como el del Corpus. Todo esto cohabitando bajo el tamiz de nuestro cielo.

 Estaciones del Viacrucis a la Cruz Roja del Campo 


            Porque las cosas son tan sencillas de explicar como que era Sevilla, y no Málaga, la capital económica del mundo católico en el apogeo de la Contrarreforma: la cruzada que instituyó las formas básicas de lo que ahora llamamos Semana Santa, y que llegada la decadencia a Sevilla como puerto fluvial de las Américas, en el siglo XIX contó con un sustrato social propicio para conservar y hasta recrear su herencia cofrade, incluida una pseudocorte real que favoreció la reformulación de la fiesta en pleno apogeo del romanticismo.

Una fiesta, la sevillana, conformada también con influencias extrañas, como la nuestra, partiendo del tronco común de las procesiones medievales de flagelantes centroeuropeas, a la que se le sumaron modas provenientes de la corte imperial española y, claro está, de Roma, la capital del Barroco (no en vano se afirma que fue el Barroco la primera gran globalización). Igual que Málaga disponía del taller del granadino Mena, muchos imagineros de su nivel, y de diversa procedencia, sobre todo andaluza, montaron sus negocios en la opulenta Sevilla, beneficiándose con ello hermandades y órdenes religiosas.

Por tanto no debería ser difícil de aceptar, hasta al más recalcitrante de los malagueñistas, que Sevilla iba por delante en esto de la Semana Santa, que puso en ella un empeño, arte y dedicación encomiables, ni tampoco que esta ciudad fuera, y siga siendo, un buen espejo en el que mirarse, algo que hasta no hace mucho se reconocía públicamente como signo de distinción. La misma prensa que ahora vilipendia antes se recreaba en noticias tales como el estreno de un palio como el de la Esperanza Macarena, la gran novedad que suponía que la Virgen que por siglos iba sedente al pié de la cruz procesionara bajo un palio como las de Sevilla o que una cofradía realzaba su cortejo incorporando los esbeltos capirotes cónicos sevillanos. Ese mismo periodismo cofrade que instauró el sevillanismo es el que ahora va a degüello contra el empleo de las velas rizás, de locos…

Nazareno de la Cruz Roja sin complejos en pose conciliadora

            Conviene dejar reposar al joven cofrade malagueño para que repase toda esta información, e incluso recomendarle alguna bibliografía, poco a poco se irá sintiendo mejor, mejorará su autoestima, su orgullo por una Semana Santa que hasta habla distinto (no hay mayor poder que el de imponer nombre a las cosas). Recapacitará sobre las geniales aportaciones de Málaga al fenómeno cofrade, una larga lista, y algunas de gran trascendencia fuera de nuestras fronteras, como el invento corporativo de una agrupación de cofradías (algo inédito hasta aquel momento) o la del género musical por antonomasia de la Semana Santa, el de cornetas y tambores.

Ya está listo el cofrade malagueño para seguir adelante. No hay más auxilios que valgan. Allá él si quiere perderse por unos caminos de ida y vuelta que sólo han de servir para descubrir, aprender y compartir. 


Nota del autor: En este post no se ha empleado ni una sola vez la expresión “señas de identidad”.

4 comentarios:

  1. Acabas de demostrar que es realmente fácil de explicar y entender la Semana Santa. Y que trabajito cuesta hacerlo llegar a cada casa. Y eso que vivimos en la época de la revolución comunicativa.

    Este pequeño resumen debería ser el primer manual que reciba un cofrade antes de seguir su andadura. El problema es que nos construyen, en al mayoría de los casos, por el tejado, y acabamos derrumbándonos antes de poder reconstruirnos de nuevo sobre pilares bien afianzados.

    Lo que más me entristece es que la prensa utilice su poder para confrontar y desinformar.

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    1. Tenerte de lector es todo un lujo. Perfecta sintonía. Un abrazo amigo.

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  2. ¿Dónde andaba yo, que me había perdido este post?
    El que no se sienta identificado si quiera por una parte de lo que cuentas, que tire la primera piedra.

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    1. Pues andarías por el lejano Oriente, tú que puedes...
      Discúlpame por no tener tu blog La Jábega enlazada, acabo de percatarme y de arreglarlo.
      Gracias amigo por leer y comentar.

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