Está la cosa cortita. Como es
de todos sabido, los cofrades tenemos en el estreno nuestra razón anual de ser,
si algo lo impide de forma reiterada nos sentimos decaídos, como si quedáramos para
vestir santos de culto interno a la vista de todos. Van aquí algunas sugerencias
que permiten estrenar a lo grande sin gastar un euro, yo creo que incluso
ganando (lo que ya es el colmo del gasto):
Se puede estrenar un estandarte nuevo usando el mismo del año pasado,
basta un pequeño arreglillo, o arreglazo según se mire: que quien lo lleve
forme parte de la hermandad, no un contratado para tal fin, que lo porte con honor,
a conciencia. Los guiones lucen así deslumbrantes de orgullo cofrade, ya ni te
cuento los simpecados, un autentico lujo de ostentación mariana a coste cero.
No sé a qué tanto problema. Está
al alcance de cualquier hermandad estrenar cada año un trono nuevo, el truco
consiste en ponérselo por delante a quienes nunca lo han visto, a ser posible
de la feligresía, ampliando el recorrido de ida o de vuelta. Reseñar que
algunos tronos pueden ensancharse al estrecharlos, esto es, quitándole varales,
algún ejemplo de esto podremos ver este año en Málaga allá por el mes de
noviembre.
Se puede renovar todo el
repertorio iconográfico mediante labores de divulgación. La procesión en la
calle será una nueva si todos los participantes son conscientes de lo que
tienen, de lo que son, de donde van y de donde vienen. La cultura es el
verdadero precio de las cosas, por eso hay que decir siempre lo que las cosas valen,
aunque no nos pregunten. Presunción y exhibicionismo cultural a raudales
Por supuesto que es facilísimo
estrenar una marcha, basta sacar del cajón alguna de las buenas que permanecen
inéditas e interpretarla en un lugar emblemático con gente predispuesta a
escuchar, los estrenos nunca se hacen de tapadillo.
Recuerdo también que las
cofradías de negro pueden renovar todos los equipos de nazareno del tirón y sin
coste alguno suprimiendo la música del cortejo. Que hagan la prueba, las
túnicas negras lucirán como nuevas en la calle.
Os quejáis de vicio.
Estrenar un manto bordado tampoco
es tan complicado si unos días antes de la procesión se permite que cobije a
los devotos, cuantos más mejor. Se pueden hacer un selfie debajo si quieren. Podrá
observarse como entre las tirantas que sujetan el nuevo bastidor el paño se va
llenando de un diseño de los caros, rico en técnicas de bordado. Los mayores, los
enfermos y los niños recién nacidos son unos estupendos bordadores y cobran
poco. Todos bajo el manto protector recién estrenado.
Y si lo que queremos son alhajas
podemos comprar muchísimas pagando en especie. El trabajo desinteresado en la
parroquia y la feligresía, de acuerdo con las capacidades y posibilidades de
cada cual, rebosa quilates. El que no haga que deje hacer, que agradezca sin
criticar. Dará gusto ver esos pecherines rebosantes de oro y piedras preciosas.
Una palabra amable a la gente que anda apuradilla, una llamada telefónica
desinteresada, un preguntar “¿cómo te va
hermano?”, un decir “sabes que está
será siempre tu casa”, cotizan a la alza en los mercados y son además una muy
buena inversión.
No hay cosa más bonita que
derrochar, sin cortapisas ni vergüenza, hacer ostentación de lo valioso. Hemos
nacido para esto.
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