domingo, 21 de octubre de 2012

¡SANGRE!


INTRODUCCIÓN

Génesis 4.10 “Entonces Yavé le dijo: «¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra”.

Aunque la sangre fluye caliente la venganza se sirve fría. Este derramamiento de sangre va dedicado al insigne cofrade Hachita de Zaqueo, maestro, amigo e inspirador del post, quien tratando de evitar una manchita roja provocó toda una hemorragia. Aprovecho la ocasión para recomendar, encarnizadamente, la lectura íntegra de cualesquiera de sus blogs por no dejar en ellos resquicio alguno a la mediocridad.


I
Hechos de los Apóstoles, 2, 19. “Haré prodigios arriba, en el cielo, y signos abajo, en la tierra: verán sangre, fuego y columnas de humo”.

La Semana Santa es un compendio de todas las artes a mayor gloria de la Pasión del Señor. Pero no todo es bello, todo sublime en la Semana Santa. Pretendo rescatar en este post algo truculento que es esencia misma de nuestra fiesta: LA SANGRE, ante cuya presencia ya no apartamos la vista. Celebramos un derramamiento de Sangre, un sacrificio sobre el que triunfa la Cruz.

Preciosísima Sangre de Cristo. Anónimo.



II
San Marcos.5. 9. “Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación”.

No es mi intención presentar nuestra festividad como algo escatológico, pero conviene recordar que, vista con ojos foráneos o no habituados a nuestra celebración, llega en ocasiones a provocar cierto rechazo o atracción morbosa. Me consta que lo sangriento llamó poderosamente la atención a los viajeros románticos que, buscando emociones fuertes, asistían a nuestras procesiones. Pero esa sensibilidad se sigue desatando en la actualidad. La espléndida exposición itinerante de joyas del barroco español por título de “Lo sagrado hecho real: pintura y escultura españolas 1600-1700” fue calificada de macabra y causó escalofríos en muchos visitantes, a pesar de que supuestamente sabían lo que iban a presenciar. Así, con relación a la exposición de la Nacional Gallery de Londres en Octubre de 2009, podía leerse en el diario Telegraph “Son obras que desafían las nociones neoclásicas de buen gusto”, en el The Daily Telegraph, sobre el Cristo Yacente de Gregorio Fernández, se escribe: “Estoy examinando el cadáver de un hombre que ha sufrido un castigo terrible y continuado. Sus ojos están vidriosos en la muerte, su boca cuelga abierta, su cuerpo está cubierto de una masa de heridas y laceraciones. Es bastante duro de mirar, pero al mismo tiempo es bello”. Con ocasión de la muestra similar en Washington, en mayo del 2010, los organizadores consideraron que la espalda del Ecce Homo de Pedro de Mena, prestado por el Real Monasterio de las Descalzas Reales, era demasiado sangrienta como para mostrarla al público, por lo que colocaron la talla pegada a una pared. ¿Que no habrían hecho de haber visto la espalda del Cristo de la Victoria de la Serradilla en Cáceres?.

Espalda del Ecce Homo. Pedro de Mena

A más ahondamiento, cuál no sería mi sorpresa al conocer que, la hemoglobínica película de Mel GibsonLa Pasión” se inspiró en la imaginería y pintura barroca españolas frente a las que nosotros rezamos con dulzura. Por tanto, aunque convivamos con ello, hemos de aceptar que exhibimos a veces algo truculento, de sangrienta crudeza, incluso a la vista de nuestros niños pequeños, quienes, por cierto, antes de entrar en el redil, si se percatan de que estamos ante un espectáculo lúgubre para el que nuestro ojos ya están cerrados. Curioso es el dato de que nadie percibe la crudeza de sus escenas de pasión, los sangrientos son siempre los otros… como si ver al Hijo de Dios coronado de espinas, siendo flagelado o pendiendo de una Cruz pudieran ser otra cosa distinta a un cruel sacrificio. Los cofrades sublimamos pues la Pasión.

 

Cristo de la Victoria, 1630, Serradilla (Cáceres)

III
Carta a los Hebreos 9.21. “De hecho, según la Ley, la purificación de casi todo se ha de hacer con sangre, y sin derramamiento de sangre no se quita”.

Son muchos los aspectos sangrientos de nuestra celebración, partamos de uno de ellos y de carácter mayúsculo: La disciplina. En nuestra añeja Semana Santa se practicaba predominantemente la disciplina pública, es decir, que un cortejo de devotos antecedían a la imagen titular y derramaban pública y ostentosamente su sangre. Los disciplinantes figuraban en los primeros cortejos procesionales de Sevilla, los primigenios Vía Crucis hasta la Cruz del Campo. A fin de que nos hagamos una idea, así se describe por el jesuita Padre León el cortejo de la Cofradía de la Cárcel Real de Sevilla que el viernes santo realizaba estación de penitencia muros adentro de la prisión:

"… el Viernes Santo hacían por dentro de la cárcel su procesión de azotes y sus insignias, como si fuera por las calles y con mucha sangre, y azotábanse con tal denuedo que hasta caían por ahí desmayados. No había quien les quitase las disciplinas de las manos y era tan de ver la procesión, que venían gentes de fuera de la cárcel a verla, y decían que no había ninguna tan devota con sus pasos de la pasión y su estandarte y sus bocinas y muy gran número de disciplinantes, todos presos, y con muy grande concierto, y a la verdad como era dentro de la cárcel parecía que tenía un no sé qué de correspondencia con los azotes, que le habían dado a Nuestro Señor Jesús en la cárcel y prisión”.

Procesión de Disciplinantes. Goya.

No tengo duda. La base de esta mortificación era el sacramento de la penitencia para el perdón de los pecados o como contraprestación a gracias obtenidas. Sin embargo, debía haber algo más, algo de desmán o espectáculo sangriento cara a la galería ya que de forma tan generalizada, por todo el reino, se imponían normas canónicas y civiles restrictivas de la penitencia, que por ejemplo prohibían la disciplina a mujeres y niños o impedían contratar disciplinantes asalariados, sí, lo que habéis leído, que derramaban su sangre previo pago. Estos cortejos de sangre disciplinante fueron expresamente prohibidos por Real Orden de 1777, junto a los empalados y otros géneros de penitencia, pero continuaron de forma clandestina, tanto que perviven hasta la actualidad. Sirvan de ejemplo los Picaos de San Vicente de la Sonsierra en La Rioja que, al contrario de estar prohibidos, su desfile ha llegado a ser declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional en el año 2005. Qué paradoja. Por si alguien no lo conoce, en el culto externo de la Cofradía de la Santa Veracruz algunos penitentes se golpean por las calles con madejas de algodón, los hematomas son picados con trozos de cristal por un práctico que lo acompaña, de ahí el nombre de la fiesta y el inevitable derramamiento de sangre entre una muchedumbre que atenta observa el espectáculo, como posiblemente sucedía hace siglos.
Procesión de disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra.


IV
San Juan, 6, 55. “Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”.

       Junto con las cofradías de la Vera-Cruz, las cofradías con la advocación de Sangre fueron de las primeras que se abrieron camino tras la reconquista. La de Sevilla en 1480, la de Málaga en fecha indeterminada de la misma centuria con primeras constituciones documentadas de 1507. Es ésta una de las advocaciones más frecuentes en la Semana Santa que curiosamente se le adjudica a imágenes muy diversas, normalmente crucificados, pero también imágenes de Cristo Nazareno, Ecce Homo, Varón de Dolores…

Cristo de la Victoria de Málaga, primera copia del Crucificado sevillano de la Sangre rechazado por bajito a pesar de ser buen mozo (tal vez en Málaga haya pegado un estirón).

Si estamos hablando de sangre, resulta obligatorio incluir a la Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Ntro. Señor Jesucristo de Murcia, paradigmática de la exhibición de la sangre como símbolo eucarístico más que pasional. Esta representación iconográfica está muy extendida en el Levante.

Cristo de la Sangre de Murcia.

Cristo de la Sangre de Albudeite, atribuido a Salcillo.


V
Génesis, 12, 13. “En las casas donde están ustedes la sangre tendrá valor de señal: al ver esta sangre, yo pasaré de largo, y la plaga no los alcanzará mientras golpeo a Egipto”

Pero la sangre no se limita a los disciplinantes y a las advocaciones cristíferas, lo mancha todo. La sangre derramada se convirtió en emblema de nuestra religión católica tras el Concilio de Trento. El reformista Lutero expresamente la erradicó, según él, la redención de Cristo no fue por su sangre, es decir como un hombre, sino como Dios, así desaconsejo cualquier imagen en la que se mostraran los aspectos humanos de la pasión. Pues si Lutero no quería sangre ¿qué le dimos en la Contrarreforma? Exactamente lo que pensáis, sangre por un tubo, en cualquiera de sus rojas y llamativas variantes.

El líquido protagonista de esta entrada ya contaba con un gran predicamento público por influencia franciscana, San Francisco había sido estigmatizado y las cinco llagas de nuestro Señor constituían un emblema que se ostentaba con orgullo. Se adoraban las llagas y la sangre de Jesús igual que se veneraba la Cruz o se rezaba al Santísimo Sacramento. Desde los siglos XIV y XV la devoción a las cinco llagas contaba con una fiesta litúrgica propia en los breviarios Franciscano, dominico y carmelitano. Desde entonces la sangre de Cristo ha manchado la heráldica, la medicina, la botánica, hasta la letra de las saetas:

“De mi boca a tu costao
Va volando una saeta;
De tu costao a mi boca
Sangre de perdón me llega.”



Alegoría Franciscana de la Sangre. Museo Catedralicio. Málaga.


Escudo de la Cofradía de las Cinco Llagas de Jerez de la Frontera


Estandarte de la Cofradía de Vera-Cruz, Sevilla

Roseta de la bóveda del crucero del salón de Pasos Perdidos, Hospital de las Cinco Llagas, Sevilla

Quitasangres del cortejo de la Cofradía del Descendimiento de Málaga

Jara común, pringosa o de las cinco llagas



VI
San Mateo, 27, 25. “Y todo el pueblo contestó: «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»”

       Puede que sea en el campo de la imaginería donde perviva con mayor fuerza la santa hemoglobina. Ya habéis comprobado que las imágenes sangrantes no son un fenómeno reciente. Son inherentes a esta rama de la escultura, especialmente en el barroco, pues se perseguía con avidez conmover a los creyentes, mostrarles abiertamente los padecimientos de nuestro Señor para agitar la fe frente a otras posibles distracciones.

Cuerpo lacerado del Cristo del Mayor Dolor de Antequera. Andrés de Carvajal

Cristo de Azotes y Columna, Anónimo. Málaga.

La imaginería del siglo XX, lejos de dulcificarse, ha dejado fluir a nuestra protagonista. Buiza talló Cristos muy profusos en heridas, pero nada comparados al nivel alcanzado por su discípulo Juan Manuel Miñarro siguiendo el mapa sangriento dibujado en la reliquia de la Sabana Santa de Turín. Con relación a una de sus obras, el Cristo de la Universidad de Córdoba comenta el diario ABC: “Nada es caprichoso en la imagen, a la que ha llevado el mapeado de las heridas en un proceso de darle dimensión y recrear en la policromía el color de los fluidos y la sangre, de los edemas cadavéricos, utilizando diversos productos para recrear la textura sangrante o la del suero amarillento propios de una muerte con mucho sufrimiento”.

Cambiando de escultor, Ortega Bru llegó a reconocer que empleó su propia sangre como pigmento de algunas de sus carnaciones, ignoro si fue en un arrebato místico o buscando verosimilitud.

Cristo de la Agonía, Buiza (Málaga)

Cristo de la Universidad Córdoba, Juan Manuel Miñarro.


VII
San Marcos, 22, 20. “Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo”.

La sangre y el milagro. No pocas veces los signos milagrosos se vinculan a la sangre. La sangre de algunos santos, como San Genaro o San Pantaleón, se licuan dentro de sus ampollas de lujo con británica puntualidad. En otras ocasiones son las propias imágenes de Cristo las que, según la tradición, sangran milagrosamente. Así el Cristo de de la ciudad castellana de Burgos, que da advocación a muchos otros en España y América, sostiene su fama en un hecho acaecido en el año 1366. Mientras guerreaba Pedro I el Cruel con su hermano Enrique de Trastámara, de la bóveda de su capilla se desprendió una piedra que golpeo en la cabeza al Crucificado, el pobre, tras doblar la cabeza, manó 16 gotas de sangre, ni una más ni una menos, que fueron recogidas en un relicario.

Cristo de Burgos
         
VIII
Salmos 22 : “Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos.”
Siempre hay lugar al exceso e imágenes que se llevan la palma, dicho sea con el debido respeto. Entre ellas podemos reseñar al Cristo del Amor del Convento de la M.M. Capuchinas del Puerto de Sta. María. La imagen es anónima, si bien hay quien la atribuye a Maggio, un imaginero barroco de la escuela genovesa de Cádiz. Leo que la imagen fue gubiada por expreso encargo de un capellán de dicho convento, el Padre Ambrosio Álvarez de Villamelo, a fin de que se adecuara, en lo posible, a sus visiones místicas de un Crucificado “despellejado y de carnes carcomidas” que se le presentaba. El resultado final no satisfizo del todo al capellán, quien al contemplar la obra manifestó: “Sí, está bien, pero aún estaba más destrozado el que yo vi”   

IX
Carta a los Hebreos, 12, 4. “Ustedes se enfrentan con el mal, pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre”.


Y una vez más, para acabar, Maria. Protagonista siempre de excepción. En este caso con el más hermoso voto de sangre, el efectuado por la Archicofradía del Silencio el 29 de septiembre de 1615, de creer, confesar y defender el misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen Santa María, Nuestra Señora, hasta el derramamiento de la sangre y la muerte de sus hermanos, si ello hubiese sido preciso.

Acabo con la Virgen de Zamarrilla, vecina de mi barrio, la que con su propia sangre tiñó de rojo la rosa blanca.

Reedición de la entrada publicada en Pasión en Sevilla el 29 de septiembre de 2010, sí,  aniversario del voto de sangre concepcionista de la sevillana Cofradía del Silencio. Juro por mi sangre que la coincidencia de fecha no fue premeditada y que no me percaté de ella hasta pasados unos días.

2 comentarios:

  1. El cual, la víspera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables manos, y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo:

    "Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros".

    Del mismo modo, acabada la cena, tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos, diciendo:

    "Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía".

    Este es el sacramento de nuestra fe.


    Enhorabuena por tu blogg, un abrazo.

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    1. ¿Qué digo yo después de eso?.
      Sólo una cosa: Gracias amigo.

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