lunes, 22 de octubre de 2012

VIRGEN REINA O REINA VIRGEN



CAPÍTULO I. MARÍA MAGDALENA Y SUS COSAS…
Un glorioso día para los cofrades, María, la hermana de Marta, según algunos también María Magdalena, tuvo a bien obsequiar a su amigo Jesús con un perfume. Afortunadamente, los evangelistas consideraron oportuno reseñar que no era un perfume cualquiera, sino una esencia de nardo muy cara, contenida en un lujoso frasco de mármol. Ni más ni menos que 300 denarios, según el pesetero Judas Iscariote, costaba el detallito (Juan 12-5). Los apóstoles reprocharon el obsequio de María, según ellos era un derroche que había de ser destinado a los pobres (Mateo 26-9). ¿Os suena esto de algo? Sin embargo Jesús los reprendió seriamente y agradeció el obsequio como lo que era, una muestra de amor: “Déjenla tranquila, ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra buena” (Marcos 14-6). Pues bien, aquel día, relevante como pocos en el mundo semanasantero, Jesús amparó abiertamente a los cofrades, disculpó nuestro anhelo vital, casi nuestra razón de existir, nos permitió sacar pecho y nos dio fuerzas para no amilanarnos ante las críticas, bienintencionadas o malintencionadas, de aquellos pastores de nuestra Iglesia que nos llaman continuamente al orden respecto a la suntuosidad de nuestros elementos de culto.
No quiero confundir, el Evangelio es absolutamente claro, no arroja lugar a dudas. Jesús nos exhorta continuamente a poner nuestras riquezas al servicio de los más necesitados. Ése es el verdadero camino para cumplir la palabra de Dios. Sin embargo, aquel día, a Jesús le pillarían en una hora tonta… pero el caso es que agradeció el perfume de nardo y limpió nuestras conciencias. Por tanto, no es descabellado pensar que Dios y su Madre no habrán de ver con malos ojos nuestras ofrendas y que las valoraran como lo que son, pruebas de amor, inocentes pecadillos bienintencionados, ya que poco difieren nuestras telas recamadas y piezas de platería de aquella cara esencia de nardo.
Voy a llegar más lejos, los regalos lujosos con los que continuamente obsequiamos a nuestras imágenes podrán ser tachados de ingenuos o infantiles, pero a veces pienso que resultan una necesidad. No tenemos otra forma de ensalzar la divinidad o santidad de Jesús y de María, de poner a la vista de todos su superioridad, de demostrar lo que les queremos y los importantes que son en nuestra vida. 
Paso de La Unción en Betania, Cofradía de los Californios, Cartagena. Foto Cayuela.

CAPÍTULO II. APÁRTESE SEÑORA, QUE AQUÍ VENGO YO A OCUPAR SU PUESTO…
Pues bien, centro la cuestión, en ocasiones, cuando se suprime o se restringe el derecho del devoto a obsequiar a las imágenes de su devoción, no siempre se pretende educar en la fe, sino encaminar esos sentimientos religiosos hacia otros intereses, digamos, menos devotos, a veces incluso antirreligiosos. Os pongo un ejemplo concreto de los muchos que podría traer aquí y que da título al capicúa nombre de este post:
El sucedido, como en los cuentos, tuvo lugar en un país lejano, en Gran Bretaña y durante el reinado de Elisabeth I (1533-1603), Isabel para los amigos, hija de Enrique VIII, quien, recordemos, por motivos estrictamente personales y de conveniencia política, provocó un cisma con la Iglesia de Roma del que surgió la nueva iglesia anglicana, una rama del protestantismo. En aquel lejano país, los británicos rendían sincera adoración a la Virgen María, sin embargo la reforma anglicana restaba relevancia a Nuestra Señora por lo que, de la noche a la mañana, vieron limitadas las efusivas muestras de culto a la Madre de Dios. Las reticencias eran comprensibles, no podemos olvidar que eran tan católicos como nosotros los somos ahora. Aquella podía no ser la tierra de María Santísima pero si la de Holiest Mary.
Y como pasa siempre “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Mira tú por donde, la reina Elisabeth supo canalizar ese sentimiento de orfandad virginal en su propio beneficio y mediante el lujo redireccionó el culto a la Virgen María que añoraban sus súbditos en adoración a ella misma como reina. A tal fin no tuvo reparos en mostrarse tal y como se representaría una imagen mariana. Así mató dos pájaros de un tiro, mientras erradicaba el “incorrecto” culto católico, ensalzaba un ventajoso culto a su persona. Basta ver los atavíos que en el barroco lucían nuestras imágenes marianas para concluir que en poco difieren de la exhibición de ropas fastuosas y joyas de esta ostentosa reina. Si no me creéis echad un ojo a los grabados antiguos de la patrona de Sevilla, de la de Almonte o, en concreto, a los de la Virgen de la Estrella de la collación de San Lorenzo en Sevilla, os aseguro que no se distingue quién es reina y quién es Virgen.
Virgen de la Estrella de la collación de San Lorenzo, grabado gentileza de Hachita.
Si entramos en detalles, incluso los encajes de la monarca inglesa se transformaban a fin de configurar una ráfaga o resplandor que nimbara su regia persona, otorgándole una aureola de divinidad de la que carecía. Pero la cosa no quedaba ahí, su alteza exigía continuas genuflexiones, mas de adoración que de respeto. Cuentan las crónicas que sus servidores le servían la mesa de rodillas, como en la consagración. Sus desplazamientos se producían cual procesiones, luciendo mantos recamados, antecedida por un sequito de personalidades pomposas perfectamente dispuestos, incluidos quienes portaban, cual insignias procesionales, los atributos de su realeza, como el cetro, la espada desenvainada y el sello real. Ante semejante espectáculo sus súbditos no la jaleaban con “¡Elisaaaaaaaaaaaabeth! ¡Guapa!, porque evidentemente era más fea que Picio. El grito de guerra era ¡Dios salve a la Reina!, que aún así mantenía una evidente similitud con el Ave Maria.
La humilde señora no tuvo bastante con mostrarse en vida como si fuera una imagen de la Virgen, sino que incluso quiso plasmarlo en su epitafio, donde por su expreso deseo puede leerse "Aquí yace Isabel, que reinó virgen y murió virgen". Así es recordada hasta la fecha, como “la reina virgen”. ¡Tiene guasa la cosa! ¡Si ni tan siquiera fue virgen la real señora! Aunque mejor será dejar este escabroso asunto a los historiadores de alcoba, que hay unos pocos... En cualquier caso, a su muerte, en 1603, consiguió que Inglaterra quedara convertida efectivamente al protestantismo.

Como es comprensible, su imagen fue retratada innumerables veces, permitía llevar su iconografía a cualquier punto del país. De entre todos ellos, permitidme que me detenga en un cuadro en concreto, se trata del famoso “Rainbow Portrait”, que inserto a continuación. En el que no sólo aparece el efecto ráfaga del encaje ya comentado, sino varios detalles llamémosles “marianos”. Sustituye la reina la media luna inmaculista por un arco iris (no se iba a copiar en todo…) la serpiente del pecado se exhibe en la manga (lo consideraría más “fashion”) y el estampado del traje, si os fijáis, se llena de ojos, orejas o bocas cual exvotos católicos prendidos de la ropa, tradición que era relativamente frecuente en el catolicismo hasta hace escasas fechas.

Esta deliberada transformación virginal de la real señora no sólo es una ensoñación mía, que huelo a incienso hasta en el fondo de una mina. Para demostrar que no estoy sólo en mis apreciaciones os muestro un fotograma de un documental que un tal David Starkey's realizó sobre nuestra exhibicionista protagonista, en la que se representa su coronación entre tanto cirio que ni los cultos de la Virgen del Valle.

 También es bastante ilustrativa la escena final de la película Elisabeth (de 1998) que podéis ver a continuación:

CAPÍTULO III. NUESTRO LUJO ES POLÍTICAMENTE CORRECTO Y ADEMÁS NOS DA DINERO…
Pues amigos, este recorrido bíblico-histórico no sirve de nada si no extraemos alguna moraleja, algún aprendizaje que pudiera sernos de utilidad a los cofrades. Ya hemos visto que Jesús fue capaz de perdonar nuestros excesos en el culto. También hemos comprobado como el lujo que no se emplea en dar gloria a Dios y a su Madre puede acabar al servicio de los poderosos con aviesas intenciones. Una vez dejado en claro lo anterior, percibo que los reproches continúan a día de hoy, que las ofensas a la peculiar forma de vivir la religión que tenemos los cofrades se recrudecen. Afirmo sinceramente que si la queja o el reproche de nuestros elementos suntuarios procediera de quien lo ha abandonado todo en servicio de los demás (situación que me constan viven muchos cristianos comprometidos) me haría pensar en cuanto a la conveniencia de un poquito de austeridad. Sin embargo, las criticas que recibimos los cofrades no proceden de estos sectores comprometidos de nuestra religión, sino de abanderados del buenismo y de lo políticamente correcto que predican su credo laico desde las tribunas políticas o desde el púlpito de los medios de comunicación y ¡por ahí no paso!. Estos apóstoles de la austeridad no pretenden depurar mi fe, sino eliminar cualquier vestigio sagrado de nuestras imágenes, lo mismo que en su momento hizo nuestra protagonista, la reina que no era virgen. Así, una vez desprovistas nuestras imágenes de su atributos, la ostentación, el lujo y el boato quedaría en exclusiva al servicio de otras reinas distintas a la del cielo; serviría a las reinas de corazones, las princesas del pueblo, las diosas del glamour y del exceso que aparecen entronizadas en el dosel luminoso de nuestro televisor, recamadas en sus cultos con ropa de alta costura, coronadas por las marcas comerciales y jaleadas por las audiencias, mientras hacen su carrera oficial en yates o coches de lujo. Reinas vírgenes del dios dinero.
No es un logotipo de ninguna nueva coronación, sino la entrada del programa "Mujeres Ricas" de la Sexta, cadena a la que tan graciosas les resultan nuestras procesiones.

Publicado el 7 de noviembre de 2010 en Pasión en Sevilla.

1 comentario:

  1. Una marchita para la reina virgen:
    http://www.youtube.com/watch?v=dtUH2YSFlVU

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