El alcalde, siempre implicado con
las cofradías, con las peñas, con todo, preside la navideña comida de trabajo.
Su mesa está próxima a una ventana con vistas privilegiadas, a través de la
celosía de una red de obra plástica verde se observa el Pasillo de Atocha, la
calle vendida por 30 monedas para rellenar tal vez el agujero de algún museo.
Todos allí saben que la cultura sólo vale por lo que cuesta. El alcalde levanta
su copa, brinda por una escultura propiedad del consistorio que es copatrón de
la ciudad y viaja en furgoneta y por la rentabilidad económica de la Semana Santa ,
poniendo de ejemplo algo sobre los datos de ocupación hotelera en la pasada extraordinaria
del Cautivo. De los solares de la
Trinidad no habla. Los concejales se suman al brindis,
interrumpiendo el desempeño de sus funciones públicas con el móvil. El alcalde recuerda
todos los solares que ha cedido temporalmente para que las
cofradías puedan hipotecarse definitivamente y concluye con un jocoso: “¡No se os vaya a olvidar lo de las carrozas
de la cabalgata!”
Tras los brindis el obispo, hasta
aquel momento enfrascado en una sesuda conversación sobre los peligros cofrades
del adulterio, toma la palabra para organizar el tradicional amigo invisible. Este año habrá
novedades, será el canon sorpresa del 5% de la recaudación por cada hermandad,
lo que llena a los presentes de un jubiloso espíritu navideño. Durante los
postres se departe sobre el rumbo que debe tomar el recorrido oficial, si de
Norte a Sur, si de Este a Oeste (nunca de abajo a arriba porque se trata de
colocar sillas).
El ambiente es distendido, entre
copas todos bromean con camaradería sobre quién tiene más varales o los tiene más
largos, sobre cofradías últimas y primeras, sobre hermandades de aquí o de allí…
Puentiferario mira algo triste desde la ventana una excursión de escolares que seguro no vienen del museo de San Julián, aunque después levanta el ánimo, se
ilusiona recordando los elegidos este año como cartelista y pregonero.
San José, esperancista hombre de trono,
lava pañales en "La adoración de los magos" de El Bosco
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