Los sufijos son morfemas,
esto es, unas unidades lingüísticas mínimas que se agregan al final de los lexemas para
modificar o completar su significado. Nos detenemos hoy en el sufijo -ico, dentro del grupo de los sufijos diminutivos es uno de tipo apreciativo-valorativo, de uso frecuente
en Andalucía Oriental.
Por tanto, añadiendo
este sufijo -ico a una palabra, por un lado recalcamos lo pequeño y por otro le
añadimos un complemento afectivo al significado. Lo entenderemos mejor con un
ejemplo: Tomemos la palabra “mártir”
que así, sin más, identifica a una persona que sufre o muere por defender su
religión o sus ideales, y completémosla con el sufijo -ico, resultando la palabra “martirico”.
El lexema “mártir” no se ve privado de su originario significado añadiendo el
sufijo pero éste lo trasforma: quien pierde la vida por la fe debe ser muy
joven, casi un niño, y además alguien por quién sentimos aprecio, por el que
lamentamos su pérdida. Así llamaba Málaga a sus santos patronos Ciriaco y Paula,
los Martiricos, antes de que perdiera su cultura y su memoria.
Parejo a la
pérdida del sufijo -ico de la capital de la Costa del Sol (por razones desconocidas ésta se
desplaza de su eje oriental hacia un destino geográficamente desconocido pero
económicamente productivo) la ciudad que vio nacer y morir torturados a los jóvenes
santos olvida junto al sufijo los datos de su biografía y el trato afectuoso hacia
aquellos ancestros que fueron firmes en sus creencias hasta la muerte.
Si Málaga
es un lexema (otra cosa no sé pero un lexema lo es seguro) Ciriaco y Paula son
sus más ilustres sufijos. Igual que la ciudad se acaba con el sufijo del monte
Gibralfaro, los Martiricos lo complementan añadiéndose al final del castillo, modificando
apreciativa y valorativamente el significado de nuestro escudo. Que nunca mueran
en balde los sufijos que añaden inocencia y santidad a la ciudad. Mártires Martiricos,
a la gloria desde vuestros cruzsufijos.
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